Entrevista
Rafael Llátser: «Ojalá mi historia estimule a quien sufra una discapacidad»
El conocido médico tarraconense publica ‘Volando con el pie izquierdo. Memorias deportivas de un cojo', un libro sobre su experiencia en los Juegos Paralímpicos y en la Titan Desert
Rafael Llátser, con un ejemplar de su libro, en la redacción del ‘Diari de Tarragona’.
Rafael Llátser (1963), conocido alergólogo de Tarragona, acaba de publicar 'Volando con el pie izquierdo. Memorias deportivas de un cojo' (Lectio Ediciones).
Un libro en el que aborda su historia de superación personal, tras perder una pierna a los 16 años por un cáncer.
Durante 11 temporadas formó parte del equipo español paralímpico de esquí alpino y participó en los Juegos de Albertville (1992), Lillehammer (1994) y Nagano (1998), así como en la Titan Desert de BTT (2010).
Le diagnosticaron cáncer con 16 años.
Era una enfermedad inicialmente grave, con la ansiedad que genera en uno mismo y la preocupación que desata en tu entorno. Desarrollé un empeño excesivo por evitar la sobreprotección, por una mezcla de la edad y de no hacer sufrir a mis padres. Mi propia madre se ha quedado asustada al leer nuestras vivencias reales en los meses que pasamos en Manchester, donde me amputaron la pierna e inicié mi rehabilitación.
En ese momento le preocupaba si podría volver a esquiar.
Sí. Al doctor le pregunté si podría caminar, bailar y esquiar. Tengo que dar gracias a la fisioterapeuta que me enseñó a caminar, con su exigencia. Cada vez he ido con prótesis buenas, pero he ido mejor que otras personas porque tenía impuesto que debía cuidarme. Y mi cuerpo me lo ha agradecido.
¿Cómo estaba el esquí adaptado en aquella época?
Antes de 1992 aquí en España no había nada pensado para los discapacitados, ni de mentalidad ni socialmente. A nivel de esquí para discapacitados nos enganchó una oleada internacional que hizo subir el nivel. Eso lo hizo todo más divertido, pero también nos hizo tomar conciencia de que teníamos que prepararnos. Buscamos con habilidad los recursos para hacer lo que podíamos hacer.
Estuvo nada menos que en tres Juegos Paralímpicos.
A los Juegos Paralímpicos como máximo podían ir tres deportistas por país, a diferencia de los Mundiales. Eran más elitistas, tenías que conseguir unos puntos previos y clasificarte. El entorno de la villa olímpica siempre es muy emblemático y amistoso, crea un áurea en el que vives unos días de emoción y de equipo encomiables. Por contra, no disfrutas tanto del país que los acoge.
Debutó en Albertville (Francia), en 1992.
Fueron mis primeros Juegos. Llegaba muy ilusionado y preparado. La nieve era más ‘humana’, estaba muy preparada para que fuese dura, para que todos compitieran en las mismas condiciones. Los de Lillehammer (Noruega) fueron unos Juegos muy ecológicos, aunque hizo demasiado frío; es espectacular la naturaleza que tienen. En Nagano (Japón) fue el final, el ya lo he vivido todo, mi retirada, era una lucha final de hacer compatible trabajo, familia y deporte.
Disfrutó esquiando.
He recolocado hombros, he llevado a gente al hospital, he ayudado... pero cuando hacía esquí era mister Hyde, no era doctor Jeckyll, y por eso pienso que disfrutaba tanto. Sabía que no podía ganar unos Juegos Paralímpicos;pero era ilusionante luchar también por un décimo puesto por ejemplo.
¿Con qué momento se queda de su trayectoria?
Con el Mundial de Lech, en Austria, por entrañable y precioso. Aquel año estaba previsto en Granada, pero se anuló por falta de tiempo y acabamos allí. Lech es una estación de esquí preciosa y de lujo, más que de competición, aunque ha acogido también Copas del Mundo. Fue en enero, en un entorno mágico, con todos los días de sol. Quería que antes de retirarme me pudiera acompañar mi mujer; y que viera cómo en una prueba de alta competición gente sin manos se quitaba un casco, o como otros se preparaban el desayuno con los pies. Guardo muy buenos recuerdos de aquel Mundial, y también de esquiar en elPalau Sant Jordi de Barcelona.
¿En el Sant Jordi?
Sí, nunca pensé que esquiaría allí, fue una prueba de exhibición que se montó con nieve artificial. Allí conocí a Alberto Tomba, que era mi ídolo.
Dejó el esquí, siguió entrenando en BTT y unos años después completó... ¡la Titan Desert!
Empecé en la bici con la misma ilusión del esquí. Estaba en Tarragona, con un clima ideal, unos entornos bonitos que técnicamente me exigían mucho y ahi empezó todo, primero con mi hijo, y luego con unos amigos. Raffa Olivier fue a un año a la Titan Desert, me lo sugirió y ni le hice caso al inicio. Pero al final nos apuntamos, aprovechando que las inscripciones eran más baratas y porque las fechas nos encajaban. La preparación, también con Jordi Chivite que al final no pudo venir, motivó unos meses de exigencia física y mental. Y conseguimos acabar la Titan con mucho esfuerzo.
Ahora también nada...
Nado diariamente en el Tàrraco. Tuve que dejar la bici por un problema de espalda que me llevó al quirófano; y me obligaron a practicar la natación. Alterno la natación con el remo en el ergómetro.
La suya es una historia de superación personal. ¿Qué espera que aporte este libro?
He disfrutado muchísimo escribiéndolo y descubriendo el mundo editorial; ahora, una vez publicado, ojalá mi historia sirva de estímulo a quien sufra alguna discapacidad.