Prudencia táctica

La renta variable sigue siendo el activo con mejores expectativas, tanto desde el punto de vista de valoración como de su capacidad para generar rentas

21 marzo 2022 09:59 | Actualizado a 21 marzo 2022 10:18
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La piedra filosofal de la industria financiera es el mecanismo que determina el precio que pagamos por los beneficios bursátiles. El que lo descubra podrá enriquecerse  incluso más que transformando el plomo en oro. Mientras no llegue el feliz descubrimiento tenemos que contentarnos con algunas relaciones muy burdas. 

Sabemos con qué no tiene que ver esa ratio, con los tipos de interés, por ejemplo, y con qué sí tiene que ver (aunque sea poco), con los márgenes empresariales, por ejemplo.  Uno de los elementos que más lo condicionan es un imponderable como la confianza agregada de todos nosotros en el futuro: cuando desbordamos optimismo la ratio alcanza máximos, cuando sucumbimos al pesimismo, mínimos. 

Desde la Segunda Guerra Mundial el periodo de máximo ‘malestar existencial’ que ha vivido Occidente se produjo en la década de los 70, donde coincidieron una revolución cultural, que abrió una brecha generacional históricamente desconocida (mayo del 68, el ‘flower power’), el primer fracaso militar importante de EE.UU. (en Vietnam) y la Guerra de Yom Kipur, que enfrentó a Egipto y Siria con Israel y que provocó el embargo de petróleo a Occidente por la OPEP (y que multiplicó por tres el precio del petróleo entre 1973 y 1974) y un largo etcétera. 

En el plano económico, la década conoció el azote conjunto de la inflación y el paro, el fenómeno de la estanflación, algo que contradecía los modelos económicos conocidos y que, por lo tanto, suscitaba dudas sobre la capacidad de la política económica.

No es de extrañar que en esa década un joven economista, Arthur Okun, empezase a utilizar la suma del paro y la inflación en un índice conjunto que denominó ‘Misery Index’ que puede traducirse como Índice de la Desdicha o de la Desgracia. Tampoco es de extrañar que los picos de este índice coincidieran con los mínimos históricos de la ratio entre precio y beneficios bursátiles. No decimos que uno dependa del otro, correlación no es causación, si no que ambos reflejan una época de extraordinario malestar. Esperemos que no volvamos a ver ninguno de esos dos indicadores en valores similares.

La renta variable sigue siendo el activo con mejores expectativas, tanto desde el punto de vista de valoración como de su capacidad para generar rentas: la rentabilidad por dividendo es elevada y se soporta bien en los beneficios generados. En cualquier caso, el incremento de riesgos geopolíticos y la progresiva pérdida del apoyo que suponían las políticas económicas universalmente expansivas nos refuerzan en la idea de que el año 2022 va a ser más difícil en los mercados financieros. 

La invasión de Ucrania nos obliga a ser prudentes y mantener una visión táctica. Por geografías mantenemos una ligera preferencia por Europa, con una valoración más atractiva que la de EE.UU. La apuesta por el estilo valor frente al crecimiento sigue pagando, pero es necesario mantener una posición equilibrada entre ‘valor defensivo’ frente al ‘valor cíclico’. En un mercado con tantas oscilaciones es importante mantener la consistencia en las apuestas y la prudencia en el riesgo que aportan.

Miriam Ferré, CaixaBank Banca Privada.

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