Empoderamiento femenino a través de 3 generaciones

Magda, Ariadna y Clara -abuela, hija y nieta- simbolizan la importancia de la transmisión, a lo largo de los años, de los valores de igualdad entre mujeres y hombres

Magda Gayete, Ariadna Roca y Clara Santó. Abuela, hija y nieta. 79, 50 y 20 años, respectivamente. Tres generaciones de mujeres vallenses con las ideas muy claras, en una familia donde el empoderamiento femenino y la transmisión de los valores de igualdad entre hombres y mujeres ha sido innegociable.

Hablar de feminismo con una mujer nacida en 1945 y criada en el seno de una familia «matriarcal (mi madre se quedó viuda y tuvo que sacarnos adelante ella sola)» de 14 hermanos (7 chicos y 7 chicas) es poner en práctica un ejercicio de empatía. A Magda le parece bien que cada año se celebre el 8-M, pero recuerda que «es algo que debería celebrarse y demostrar cada día». Esta mujer, de ideas muy claras, cree que «el feminismo, como tal, no existe. Se trata de aprender a decidir por ti misma». Los tiempos han cambiado mucho y si nos remontamos a la juventud de Magda vemos que su vida «no ha sido fácil». «Soy la décima de 14 hermanos y en casa trabajábamos todos, pero en cambio las tareas de la casa solo las realizábamos las mujeres y yo lo encontraba una injusticia», comenta.

Un ejemplo: «Yo era la encargada de hacer las camas de todos mis hermanos. Una vez, uno de ellos que estaba soltero y vivía con nosotros, una noche llegó de fiesta y me empezó a gritar porque no lo había hecho la cama como a él le gustaba. Yo sentía mucha impotencia, porque mi madre protegía más a sus hijos que a sus hijas». Precisamente, por este motivo, cuando Magda fue madre tuvo muy claro que ella no iba a repetir esos mismos errores.

Y así fue. «He tenido seis hijos (2 chicos y 4 chicas) y todos han tenido las mismas responsabilidades y el mismo poder», explica Magda, quien añade que «siempre he tenido claro que la gente pobre no podemos dar a nuestros hijos grandes herencias económicas, pero sí herramientas para poder ganarse la vida, sobre todo a las mujeres. Todos mis hijos tienen estudios, pero sobre todo las mujeres. A ellas hay que darles herramientas para tener una base en el caso de que se queden solas en la vida, bien porque sean solteras, viudas o separadas, y no tengan que depender de un hombre. Estoy muy orgullosa de haberlo hecho y de todos mis hijos». Oyendo hablar a su hija Ariadna, es fácil detectar que ese orgullo del que habla su madre es mutuo. «Estoy muy contenta porque veo de dónde viene mi madre y estoy muy orgullosa de ella porque dijo que a ella no le pasaría lo mismo con sus hijos e hijas y así ha sido», dice.

Sentimientos encontrados

Ariadna, profesora del colegio Baltasar Segú de Valls, reconoce que el 8-M, «es una fecha de sentimientos encontrados para mí. Por un lado, me enciende un poco que las mujeres tengamos que tener un día para reivindicar nuestros derechos, cuando es algo que deberíamos hacer los 365 días de año. Pero, por otro lado, me gusta que se valore el papel de la mujer en la historia y, por ejemplo, se destaquen biografías de grandes mujeres».

Esta maestra de Valls siempre estará agradecida a su madre por «inculcarnos, a mi y a mis hermanos, que todo el mundo -sea hombre o mujer- tiene los mismos derechos y obligaciones. Por eso, yo he hecho lo mismo hacia mis tres hijas. Sobre todo les he intentado transmitir que el trabajo tiene que estar igualado en sueldos y que hay que se reivindicativas laboralmente. Y que no les puede frenar ningún objetivo en la vida por el hecho de ser mujeres. Aunque debo reconocer que ha llegado un momento en que mis hijas son mis maestras y casi me enseñan más ellas a mí que yo a ellas», comenta.

Clara Santó, junto a sus dos hermanas, está en el último peldaño de estas tres generaciones de empoderamiento femenino. A sus 20 años estudia Bellas Artes en Barcelona y coincide con su abuela y madre en que «el 8-M no debería celebrarse solo un día, sino todo el año». Esta joven admite que «el tema del feminismo mi yaya lo vivió de una manera, mi madre de otra y yo de otra muy distinta. Pero lo importante es que he recibido buenos valores por parte de ellas».

Clara valora que «mis padres siempre nos hayan dado una educación lo máximo neutra posible hacia estos valores de igualdad. Nos han enseñado que yo no tengo que estar encapsulada por un hombre y que, en casa, las tareas se pueden hacer entre los dos». No obstante cree que queda trabajo por hacer porque «todavía hoy se dan situaciones de sexismo, por ejemplo, cuando algunos profesores hacen comentarios de roles establecidos entre hombres y mujeres. O cuando gente de mi edad, o más jóvenes, hagan comentarios sexistas».

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