Cara a cara sobre la independencia: Los representantes vecinales

Gemma se ha vuelto independentista y Quim ha hecho el proceso contrario

Quim Castellví era un catalanista y republicano confeso que llegó a estar a favor de la independencia y ahora, en un camino inverso e insólito, se ubica en contra; justo la evolución antagónica firmó Gemma Fusté, a quien la deriva política le ha hecho subirse a «un tren que ya no tiene vuelta atrás». De hecho, hace tres años este debate no hubiera sido posible. «Yo habría estado de acuerdo en un pacto fiscal, en una tercera vía», sostiene ella, sobre la convicción de Quim que aboga por la recuperación de una solución intermedia, un reajuste, un cambio que no acabe en secesión.

Gemma comienza contundente: «Hay dos razones principales, primero por dignidad, porque últimamente parece que todo ha fallado, y después para decidir sobre tu territorio, para tener más fuerza a la hora de decidir sobre el dinero que nosotros aportamos, para definir las prioridades, como está pasando ahora con la N-340, que no es competencia nuestra pero tenemos un grave problema». Se hablará poco de identidad y mucho de reparto, de modelo territorial y de cómo la crisis está detrás del subidón independentista de los últimos años. «Todos vamos a lo mismo: la gestión del dinero. Estoy de acuerdo. Pero antes de llegar a la independencia, se puede hacer un buen pacto fiscal. No tiene sentido independizarse en el siglo XXI, cuando el mundo tiene tendencia a globalizarse, a no separar», replica Castellví, convencido de que aún, a estas alturas, es posible un diálogo, un acuerdo. «Más catalanista que yo no hay nadie. Soy más catalán que el pa de pagès, pero la cuestión de la independencia es secundaria, siempre y cuando nos respeten. En Madrid ya conocen la fuerza que tenemos, las manifestaciones… Creo que puede ser buen momento para sentarse y hablar», desea Castellví.

 

‘Ya vamos tarde’

La respuesta de Gemma es tajante: «Ya se ha intentado. Ya vamos tarde, estamos en un tren sin parada ni vuelta atrás, hemos intentado el Estatut, la tercera vía y nos han dicho que no. Esos gobernantes nacionales nos han traído aquí». La charla es distendida y oxigenada, un oasis de calma en medio de la tormenta crispada, aunque no sin vehemencia y sin intentar desentrañar que pasa en Madrid, en ese otro lado. «Tienen ellos una visión de que no queremos a España y no es así. A mí me encanta su pueblo, su cultura. Voy de vacaciones. Pero mi realidad es muy diferente, la hemos explicado y no la han querido entender», cuenta Gemma.

Quim combate entonces con un argumentario clásico y de actualidad: «Imagínate que sale que ‘sí’, somos independendientes y la UE nos echa fuera. ¿Qué hacemos». Gemma le replica: «A nivel europeo habrá que dialogar muchísimo. A mí antes me dabe miedo salir de Europa, hoy en día no. Cuando veo Siria, cuando veo todos los problemas que hay, pienso: ¿De verdad quiero estar en esta Europa desde el principio?. Una de las prioridades de Europa era la libre circulación de personas. Eso se nos está rompiendo ahora. No dejan de atacarnos con los discursos del miedo».

Para Gemma, el escenario ideal es el de una independencia pactada, cívica, consensuada y bien vehiculada a través de una interacción constante con el Estado. «En todo caso, para que haya una tercera vía tiene que salir el ‘sí’. Con el ‘sí’ podemos sentarnos a hablar, tendremos fuerza, algo de presión. En cambio, si sale el ‘no’, entonces estamos perdidos, podrán hacer lo que ellos quieran y tendremos la boca cerrada durante 20 años», sostiene.

Fusté pone dos ejemplos de por qué muchos como ella han acabado habitando posiciones independentistas, sin serlo de inicio: «Si de los diez puntos del pacto fiscal nos hubiesen aprobado cuatro, lo hubiésemos aceptado, porque los catalanes somos conformistas. Cuando se dijo por primera vez de hacer el referéndum, si se hubiese hecho una campaña del no, a favor de la unión de Catalunya con España, con los pros y los contra, como en Escocia, estoy convencida de que en ese momento habría salido que no». La divergencia se presta, para ilustrar, a la comparación, a la metáfora. «Si yo me independizo y me voy de casa de mis padres porque mi realidad es distinta, ¿cómo me voy a ir mal de casa? ¿Eso significa que no nos volveremos a ver?», se pregunta Gemma.

 

El hijo que se va de casa

«No se ha hablado de qué haremos cuando llegue la independencia, de si habrá ejército…», se queja Quim, que alude a la incertidumbre por el futuro. «¿No te impone cuando te vas de casa? ¿Y no te hace ilusión al mismo tiempo? ¿Y a que aprendiste a plancharte la camisa cuando antes no sabías?. ¿A que al final te salió bien?», cuestiona retóricamente Gemma. Quim vuelve a los temores: «¿Os acordáis de una campaña en contra del cava?. Nos puede volver a pasar eso y de forma más grave». Gemma sale al paso: «¿Y qué hicimos entonces? Vender internacionalmente. Yo tengo una empresa y no meda miedo».

Quim casi se halla en ese magma de indecisos basculante y que tan decisivo se perfila. «Defiendo el ‘no’ porque sigo pensando que lo mejor es un acuerdo, que es posible ahora que hemos demostrado que tenemos fuerza, pero también tengo miedo de la reacción del Estado. A veces el corazón y la cabeza te dicen cosas distintas». «¿Cuándo va a ser posible sentarse a negociar? ¿Cuando el hijo, que se quiere ir de casa, está ya con las maletas fuera?», se pregunta Gemma, que en el último momento hace dudar a Quim.

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