Carlo Vecce: «Leonardo da Vinci hacía la lista de la compra y se preocupaba de qué comerían, él y sus discípulos»
El especialista en el Renacimiento, autor de ‘Caterina’, aborda la biografía del genio, una de las más completas hasta la fecha

Carlo Vecce, el premiado autor de Caterina, donde desvelaba los orígenes de la madre de Leonardo da Vinci, aborda ahora la biografía del genio, una de las más completas hasta la fecha. En Vida de Leonardo, Vecce ofrece un retrato humano, la voz de sus contemporáneos, aquellos que le conocieron, y nuevas perspectivas sobre su trayectoria. Ambas obras las publica Alfaguara.
¿Por qué esta obsesión por Leonardo?
Más que obsesión, quizás diría pasión. Sin duda, es una pasión. Su figura me atrajo desde pequeño y con 14 o 15 años me influyó muchísimo un ensayo que leí sobre él, muy bonito, de Sigmund Freud. Yo sigo pensando en Leonardo, no tanto como un genio universal inalcanzable, sino como un chico que siempre siguió siendo chico. Jugando durante toda su vida con las máquinas, con las imágenes, soñando y viendo las cosas de una manera extraordinaria. Eso es algo que no deja de fascinarme.
¿Que le quedaran tantas obras inacabadas denota falta de constancia?
Sí, sus contemporáneos ya lo interpretaban de esta manera. Vasari, por ejemplo, decía que era incapaz de completar una obra debido a su espíritu divino, que tendía a la perfección. Yo tengo otra interpretación, que va más allá de lo que se veía como una incapacidad. Leonardo observa que en la naturaleza todo está en movimiento, que no hay barreras ni límites. Con lo cual, para él, la obra de arte es una criatura viva y no quiere que termine. De hecho, le gustaba mucho más el proceso de creación. La creación como un sueño, como soñar despierto. Yo tiendo a dar más esta interpretación, que nos conecta mucho más con la cultura moderna. Sus obras son abiertas, que es lo que interpretaba, por ejemplo, Umberto Eco. Leonardo es muy cercano a nosotros.
¿Su imagen también se debe a hechos como el robo de la Mona Lisa?
Sin duda. Son acontecimientos que influyeron mucho en el imaginario colectivo. Él es un mito pop, un mito popular de la cultura de masas. Y también esto es un aspecto de su suerte. No lo critico porque forma parte de la cultura humana. Sin embargo, al mismo tiempo, Leonardo nos invita a profundizar en el conocimiento de sus obras y de su pensamiento. Nos da también instrumentos para hacerlo. Y eso es lo que me gustaría comunicar, como erudito. Leonardo no es un genio solitario, sobrehumano, es un ser humano como todos.
¿Cómo ha sido este viaje, a su lado?
Una aventura muy emocionante. He pasado muchos años estudiando sus manuscritos. Cuando uno trabaja en un archivo, en una biblioteca, tiene la sensación de estar en contacto directo con estos grandes autores. Llegó un punto en que incluso me daba la sensación de que escuchaba la voz de Leonardo, que me hablaba y eran textos que estaba leyendo. He descubierto cosas inesperadas. Empezando por Caterina, su madre, que por sí sola es una historia muy bonita. No los grandes episodios. Muchas veces Leonardo hace la lista de la compra, se preocupa y se pregunta qué va a comer hoy. ¿Tengo dinero para comprar los ingredientes y hacer la comida para mí, para los discípulos o los alumnos del taller? Esos detalles son los que hacen a una persona. Y he intentado sacar a relucir toda su humanidad.
Entiendo que se queda con la persona, antes que con el genio.
Prefiero acercarme a la persona, sí. Imaginarme que me encuentro con él, que hablamos de las minucias de la vida, quizás sobre algún tipo de vino toscano.
¿Y si tuviera que escoger una obra?
Me gustan sus dibujos. A veces, más que los cuadros. Creo que le gustaba más dibujar y escribir. Los cuadros los tenía que hacer porque algún príncipe o rey se los encargaba. Por ello, escogería uno de esos dibujos que pueden representar, quizás, a una mujer, una madre con un niño, una mujer que sonría. Para mí esto sería el símbolo de la relación entre el pequeño Leonardo y su madre.
Trabajó con los Sforza, con el Vaticano... Sin embargo, ‘La última cena’ está muy deteriorada. ¿A qué se debe?
Una cosa que realmente llama la atención es que siempre pensamos en Leonardo como en un genio extraordinario, infalible. Pero, como siempre quería experimentar nuevas vías, había veces también que se daba de bruces con un fracaso. Por ejemplo, no le gustaba la técnica del fresco porque le parecía demasiado rápida. Prefería hacer las cosas poco a poco, con calma, siguiendo el flujo de su pensamiento. Y de aquí tuvo la idea de utilizar una técnica al óleo encima de una pintura mural sin saber que por detrás de la pared de La última cena pasaba un curso de agua, con lo cual había humedad. Y así se empezó a caer a pedazos. Pero esto todavía lo hace más grande, son los momentos de debilidad del ser humano.
Lo presenta como una persona muy obstinada.
Desde bien pequeño fue tozudo, pero también libre. No quería constricciones. Y esta es una característica que no le abandonará en toda su vida. Uno de los elementos más importantes de su obra es el espíritu de libertad. Leonardo se relacionó con poderosos, con los príncipes italianos del Renacimiento, con el papa, con el rey de Francia... Pero nunca se va a doblegar ante ninguno de estos señores. Es más, en el momento en que ve que su libertad está amenazada, no tendrá ninguna duda a la hora de irse y volver a empezar en otro lugar. Para él, la libertad era algo que venía primero, que estaba antes que cualquier otra cosa, antes que la gloria, que la riqueza. Lo importante era ser libre.
En su biografía está prácticamente todo. ¿Qué queda por contar de él?
Si me permite, la contradiré. Quedan muchas cosas. Para mí está incompleta y, de hecho, espero encontrar nuevos documentos en el futuro. Pensemos que hasta hace 60 años nadie sabía que en la Biblioteca Nacional de Madrid había escondidos, ocultos, dos de los manuscritos más importantes de Leonardo, códices esenciales para entender su vida y obra.
¿Qué pensaría Leonardo de las máquinas actuales, de este siglo XXI?
Si ahora lo tuviéramos, seguro que estaría muy contento de ver todas las cosas extraordinarias que la tecnología y la ciencia nos han aportado. Pero al mismo tiempo, también tendría mucho miedo porque vería que buena parte de estos inventos no se utilizan para el bien, sino para la destrucción, la muerte, la guerra, lo que él llamaba una locura bestialísima. Y seguramente nos diría que estuviéramos atentos con la inteligencia artificial porque corremos el riesgo de que nos robe la creatividad y el pensamiento del ser humano. La capacidad de pensar y decidir.