Cuando la escuela es la naturaleza

Les Dríades o Tataküa proponen crecer y aprender en contacto directo con el medio

Una forma de aprender a trabajar los vínculos familiares y tomar conciencia de las emociones por parte de los niños y las niñas, donde prevalezca el contacto con la naturaleza. Estas son algunas de las ideas que trabajan varios proyectos educativos alternativos en el territorio dirigidos a los más pequeños, en la etapa de 0 a 6 años, en la que la escolarización no es obligatoria.

Un ejemplo de ello es el proyecto Les Dríades, respaldado por una asociación de familias creada por las reusenses Ester Amill y Sonia Vilella. Las fundadoras apuestan por promover el concepto «educación viva»: «Promovemos desde hace un año la educación respetuosa durante la etapa 0-6. Nosotras nos conocíamos de antes y hablando un día, acabamos perfilando una idea que se alejaba de la filosofía de una guardería, en la que solo abordan la etapa 0-3. Finalmente, creamos Les Dríades, una opción que aborda una franja más amplia y con valores, también».

Por el momento, están apuntadas 10 familias en el proyecto, cuya ubicación es Riudoms, en un espacio del Club Hípic Julivert. «Está teniendo buena acogida», celebran Amill y Vilella. «Ofrecemos un espacio para familias, para que creen tribu con otros padres y madres, para que compartan preocupaciones y vivencias. Es un espacio libre de juicio, donde se inicia un proceso de familiarización, que no de adaptación», diferencia Amill. Y es que en Les Dríades, abren «las puertas a un segundo hogar», un espacio de confianza en el que «se gestionan las necesidades de niños reales». «Es decir, promovemos que sean ellos mismos, con sus virtudes, defectos, inseguridades y nervios», resumen las fundadoras.

El aprendizaje que proponen acostumbra a producirse al aire libre, si el tiempo acompaña, y el contacto con la naturaleza es uno de los pilares de la iniciativa. «En la actualidad, todo son pantallas y queremos que desconecten de todo eso, que desaprendan. Liberarse de las pantallas se trabaja con la familia, que acompaña a los niños en todos los procesos», afirma Amill.

La presencia de la familia la consideran «fundamental», porque tienen que «formar parte de todos los cambios a los que sus hijas o hijas tienen que enfrentarse, solo así se trabajan los vínculos familiares y la autonomía de los niños, sin prisa».

Desde Les Dríades explican, también, que suelen recibir a niños y niñas «muy pequeños» y la primera toma de contacto con el equipo al frente de Les Dríades «suele ser la primera vez que el niño o niña crea un vínculo con una persona desconocida».

Este proceso siempre se hace con el padre, la madre (el abuelo o abuela, el cuidador o cuidadora) como guía, porque «es en quien confían y todos los cambios se hacen desde el respeto y la consciencia, cada niño tiene unos ritmos, inquietudes y, al final, aprenden a conformarse». «Aprendemos mucho observando la relación que tienen los niños con sus progenitores, siempre decimos a los padres y madres que vengan sin ninguna predisposición, cada generación arrastra mochilas emocionales y nosotros solo estamos aquí para acompañar», añaden Amill y Vilella.

En Les Dríades siguen un sistema de aprendizaje no dirigido, impulsan la libertad en el juego con materiales alternativos y esa clara conexión con la naturaleza. «No hay división de grupos por edad, puesto que el nivel madurativo no corresponde en muchas ocasiones con la edad. Cada niño es un mundo», destacan las impulsoras.

Además de estar con los niños y familias, el equipo de Les Dríades, también crea formaciones y charlas de temas de interés para los padres y madres.

En Amposta se puso en marcha en 2015 Tataküa, primero como espacio de crianza compartida para niños y niñas de 0 a 3 años, y después también como bosque-escuela para los de 3 a 6 años. Tatakuà significa casa de fuego (horno) en idioma guaraní. Se trata de un proyecto cooperativo que gestiona un espacio natural, entendido como «un espacio de aprendizaje activo».

En un primer momento se ubicaron en Poble Nou del Delta, pero poco después se trasladaron a una finca próxima a la ciudad de Amposta. «Hacemos un acompañamiento de la infancia con la naturaleza como referente y el seguimiento emocional como base de las relaciones educativas, y con una organización comunitaria», explica una de las impulsoras, Eva Campomar.

Actualmente hay una treintena de familias que forman parte de esta comunidad educativa, de Amposta, Deltebre, Tortosa o La Ràpita, pero también de La Sénia o Rossell (Baix Maestrat), poblaciones situadas a más kilómetros de distancia. Algunas familias alternan la escuela de su municipio con algunos días de bosque-escuela, mientras que hay otras que optan directamente por esta metodología hasta los seis años.

Su objetivo, según Campomar, es «introducir una mirada innovadora para construir otra realidad educativa, con ratios bajas, acompañamiento emocional y pedagogía verde, recuperando la conexión directa con la naturaleza».

Y es que esta naturaleza es el aula donde transcurre la jornada. «Tenemos una llegada relajada y arrancamos con el desayuno y un corro y asamblea de buenos días, en la que las adultas acompañantes proponemos lo que se puede hacer y se decide». Hay una caja de la estación (ahora la de otoño), con propuestas ligadas a las emociones, temáticas, creativas o de lectoescritura. Hay días en que se realizan excursiones, y otras en que se quedan en el espacio de bosque, donde pueden dar rienda a sus juegos y creatividad, y participar en la propuesta diaria de las acompañantes. La jornada acaba normalmente con un cuento, en un nuevo momento de grupo para hacer balance.

¿Y qué pasa si llueve? «Siempre decimos que no hay mal tiempo, sino ropa inadecuada. Estamos preparados para los días de lluvia, pero contamos también con espacios a cubierto, los refugios, para continuar con las actividades (ttiendas, caravanas,...)», explica Campomar, que como el resto de acompañantes proviene del mundo de la educación. «Lo que nos diferencia es que hemos elegido otro marco, no las aulas tradicionales». «Seguimos el curriculum del bosque», remarca.

El proyecto de Tataküa ha ido creciendo en los últimos años, con nuevas propuestas pensadas para otros centros educativos (L’Escola al bosc), asesoramiento y formación para transformar espacios educativos, y talleres y propuestas de ocio para las familias, entre otros ámbitos.

Tataküa Coop forma parte de una red nacional, la Federación EDNA de Educación en la Naturaleza, como grupo impulsor. Trabajan para visibilizar este tipo de experiencias educativas, para que puedan ser reconocidas por la administración, «como ya pasa en otros países, que nos llevan años de ventaja».

«Nuestro objetivo es que esta experiencia no acabe a los 6 años, sino que pueda continuar. Que se nos reconozca que podemos ser una opción más dentro del sistema educativo», afirma Camponar.

En un primer momento se ubicaron en Poble Nou del Delta, pero poco después se trasladaron a una finca próxima a la ciudad de Amposta. «Hacemos un acompañamiento de la infancia con la naturaleza como referente y el seguimiento emocional como base de las relaciones educativas, y con una organización comunitaria», explica una de las impulsoras, Eva Campomar.

Actualmente hay una treintena de familias que forman parte de esta comunidad educativa, de Amposta, Deltebre, Tortosa o La Ràpita, pero también de La Sénia o Rossell (Baix Maestrat), poblaciones situadas a más kilómetros de distancia. Algunas familias alternan la escuela de su municipio con algunos días de bosque-escuela, mientras que hay otras que optan directamente por esta metodología hasta los seis años.

Su objetivo, según Campomar, es «introducir una mirada innovadora para construir otra realidad educativa, con ratios bajas, acompañamiento emocional y pedagogía verde, recuperando la conexión directa con la naturaleza».

Y es que esta naturaleza es el aula donde transcurre la jornada. «Tenemos una llegada relajada y arrancamos con el desayuno y un corro y asamblea de buenos días, en la que las adultas acompañantes proponemos lo que se puede hacer y se decide». Hay una caja de la estación (ahora la de otoño), con propuestas ligadas a las emociones, temáticas, creativas o de lectoescritura. Hay días en que se realizan excursiones, y otras en que se quedan en el espacio de bosque, donde pueden dar rienda a sus juegos y creatividad, y participar en la propuesta diaria de las acompañantes. La jornada acaba normalmente con un cuento, en un nuevo momento de grupo para hacer balance.

¿Y qué pasa si llueve? «Siempre decimos que no hay mal tiempo, sino ropa inadecuada. Estamos preparados para los días de lluvia, pero contamos también con espacios a cubierto, los refugios, para continuar con las actividades (tiendas, caravanas,...)», explica Campomar, que como el resto de acompañantes proviene del mundo de la educación. «Lo que nos diferencia es que hemos elegido otro marco, no las aulas tradicionales». «Seguimos el curriculum del bosque», remarca.

El proyecto de Tataküa ha ido creciendo en los últimos años, con nuevas propuestas pensadas para otros centros educativos (L’Escola al bosc), asesoramiento y formación para transformar espacios educativos, y talleres y propuestas de ocio para las familias, entre otros ámbitos.

Tataküa Coop forma parte de una red nacional, la Federación EDNA de Educación en la Naturaleza, como grupo impulsor. Trabajan para visibilizar este tipo de experiencias educativas, para que puedan ser reconocidas por la administración, «como ya pasa en otros países, que nos llevan años de ventaja».

«Nuestro objetivo es que esta experiencia no acabe a los 6 años, sino que pueda continuar. Que se nos reconozca que podemos ser una opción más dentro del sistema educativo», afirma Camponar.