De caleidoscopios, catalejos y espejos

Proso modo (Madrid: Reino de Cordelia, 2023), la primera novela del poeta tarraconense Juan Carlos Elijas

Son muchas las sorpresas que le están esperando al lector de Proso modo (Madrid: Reino de Cordelia, 2023), la primera novela del poeta Juan Carlos Elijas (Tarragona, 1966). El mero título ya es una sorpresa. Ese juego léxico en que conviven «a la manera en prosa» y la expresión latina grosso modo, cuyo significado exacto, «de manera aproximada o general, sin entrar en detalles», se contradice con el desarrollo posterior de la trama, tan dada a pormenores y aclaraciones. Y el subtítulo no es menos sorprendente: Esa alargada enumeración de elementos que evocan al habitual titulación novelesca de los Siglos de Oro: Diario, fábulas y peripecias de Jordi Coboia. Y ese remate final, Pandémico y terrestre, convocando a la puntual y situación novelesca, y señalando, en torsión a la vez irónica y laudatoria, hacia un poema muy del gusto del poeta.

La novela es una suerte de caleidoscopio, un juego de geometrías en colores e imágenes en espejos: Cualquier movimiento, por mínimo que sea, cualquier avance narrativo, desencadena su consecuencia, y genera en el lector una especie de compromiso, una obligación: Le impedirá abandonar la lectura. Seguirá con un ojo guiñado y el otro apuntando al cielo, interrumpido por el catalejo hipnotizante. Las figuritas continuarán inclinándose, decantándose. Caerán, se multiplicarán entre los espejos.

Todo empieza bien pronto: Nada más empezar, en las primeras páginas, la «Nota del editor», firmada por Quim Argilaga. «Naturalmente, un manuscrito»: Así iniciaba Eco su novela famosa de 1980. ¿Perseguía desligarse del texto?, ¿alejarse de él? No. Indicaba cuál era el principio de su novela: La lectura de un texto. Acaso también emulaba, en recuerdo y en alabanza, a don Miguel. A finales del siglo XVI, o a principios del XVII, visitaba a diario el zoco de Toledo y merodeaba entre las callejuelas en busca de los sucesivos o dispares fragmentos de un manuscrito. El historiador Cide Hamete Benengeli había dejado escrita, aunque en aljamiado, la historia que don Miguel quería ahora reescribir copiándola al dictado de un traductor. Eco y don Miguel siguen la pista de un texto a la vez antiguo y misterioso. Alguien lo presenta manuscrito y ya completo o lo acerca al oído y en fragmentos.

Juan Carlos Elijas ha preferido algo parecido pero también algo diferente. Aquel viejo manuscrito, perdido y recobrado, pasa a ser el reciente archivo informático enviado al editor. Pero hay otra: El editor le había encargado al escritor un texto sobre una situación política concreta en una zona de España no menos concreta.

Un nuevo pulmón literario también respira a lo largo de las páginas de la novela: Decamerone, de Boccaccio. La pandemia, la huida a las afueras de Florencia o de Tarragona, la reclusión, la vida en la clausura y sus puertas de salida. Y también está la literatura, sobre todo está la literatura. Porque Proso modo es, por encima de cuanto se ha señalado, y mucho más allá de la escritura de una aventura singular y divertida, la explosión de la aventura misma de escribir.

Un viaje de idas y vueltas por el vecindario (con mapa y todo) queda convertido, en manos de Juan Carlos Elijas, en una novela, en ese espejo stendhaliano —caleidoscopio no solo mirando al cielo— con que el narrador se acompaña para ver mejor el camino y saber quiénes y cómo somos.

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