Isabel Allende: «No quiero vivir en una dictadura»
La escritora denuncia la política antiinmigración de Trump en la presentación de su última novela, ‘Mi nombre es Emilia del Valle’

Una espléndida Isabel Allende, a sus casi 83 años –nació el 2 de agosto de 1942– atendió ayer a más de un centenar de periodistas, in situ y online, para presentar su última obra, Mi nombre es Emilia del Valle (Plaza & Janés), cuya protagonista es ya un personaje icónico, de la saga Del Valle, que se inició con su obra maestra, La casa de los espíritus. Una novela de amor y de guerra, la Guerra Civil de Chile de 1891. «Tiene muchos paralelismos con lo que pasó después, en 1973. En ambas ocasiones hubo un presidente progresista –José Manuel Balmaceda y Salvador Allende– que quiso hacer grandes cambios para incorporar al pueblo. En ambos casos se enfrentaron a una oposición brutal e intervinieron las fuerzas armadas. En el primero hubo una guerra civil. En el segundo, 17 años de dictadura y en los dos, el presidente prefirió suicidarse antes que el exilio», contó Allende desde la Casa de América, en Madrid.
Historia, memoria, exilio, amor y mujeres poderosas son los grandes temas de su literatura. «Estoy rodeada de mujeres como Emilia del Valle», dijo. «Tengo una fundación que trabaja fundamentalmente con ellas en áreas conflictivas en EEUU: derechos reproductivos e inmigrantes. Son mujeres que se arriesgan a ir presas, tratando de defender a otras mujeres».

Residente en el país de Trump, exiliada ella misma, Allende no se quiere ir y dejar allí a su hijo, a su nuera, a sus perros y a su marido, «por este orden», pero admitió que «si llega un momento en que la cosa se pone de color hormiga tendré que hacerlo. No quiero vivir en una dictadura. No quiero vivir en un gobierno autoritario. Por eso me fui de Chile». Sin embargo, admitió, «no me siento tan vieja como para no volver a empezar de nuevo».
¿Qué tendría que ocurrir entonces para que se viera obligada a hacer de nuevo las maletas? «Hay una sensación a nivel de piel. Fue lo que me pasó en Chile –en la de Pinochet–. No puedo vivir así, no puedo vivir con miedo, callada, escondiéndome yo o escondiendo a gente. Espero que no se llegue a esto. Pero si llega, habrá que irse». La escritora denunció que el Gobierno de Trump está deportando «a gente legal con papeles» e invitando como refugiados «a personas blancas de Sudáfrica que no escapan de nada pero son blancas», por una cuestión de «nacionalismo blanco cristiano muy peligroso y absurdo». Como contrapunto, reivindicó que «en la diversidad está la fuerza».
De su trayectoria, la escritora de habla hispana más vendida y más traducida del mundo, eligió dos de sus libros, «los que me han ayudado», La casa de los espíritus y Paula. «El primero porque lo escribí con inocencia y me sacó de una existencia banal. Vivía exiliada en Venezuela, mi matrimonio estaba mal, yo tenía 40 años y mi vida no iba a ninguna parte. La novela marcó el camino para todos los libros que vinieron después». Y Paula... dedicado a su hija fallecida en 1992. «El año que murió, para mí fue como una larga noche. Estaba tan confundida y tan dolida que no entendía qué había pasado. Entonces, mi madre me entregó las cartas que yo le había enviado. Me dijo, ‘léelas para que veas que la única salida de Paula era la muerte’. Lo hice y fue al escribir el libro cuando empezó el proceso de entenderlo, de aceptarlo y de sanar, para quedarme con lo bueno». Por todo ello aseguró que «España le trae muchos recuerdos, alegres y tristes, en referencia estos últimos a Paula, que cayó en coma durante su hospitalización en el Clínico de Madrid. «No fue bien monitorizada y le causaron un daño cerebral severo. No me lo dijeron hasta pasados cinco meses, cuando me la entregaron en estado vegetativo».
Isabel Allende empieza a escribir cada una de sus novelas el 8 de enero, una tradición que comenzó en 1981 cuando su abuelo estaba a punto de morir. Es lo único que tiene planificado. «A veces el día 7 no tengo ni idea de qué va a ir. Si es histórica, como esta, tengo una investigación previa, nada más». Por lo demás, «no planifico nada, ni siquiera la vida. Me sorprende a cada rato».