Jorge Carrión: «La inteligencia artificial es una nueva forma de religión»

Crítico cultural, reflexiona sobre el presente más futurible, que convive entre la tradición del libro y la autoconciencia de la máquina

Escritor y crítico cultural, transita con naturalidad entre los diferentes géneros y estilos. Como escritor, ha publicado la mayor parte de su obra con Galaxia Gutenberg. Ha escrito distopías, libros sobre series, viajes y librerías, que son algunas de sus pasiones. Y se ha asomado a ese futuro más o menos cercano en el que los humanos dialogan con las máquinas. Como crítico, colabora con diferentes medios, aquí y al otro lado del Atlántico. Es el creador de los pódcasts Solaris, ensayos sonoros y Ecos; y ha colaborado en proyectos de cómic. Asimismo, dirige el Máster en Creación Literaria de la UPF-BSM de Barcelona. Jorge Carrión es tarraconense de nacimiento, aunque solo vivió en la ciudad su primer año de vida. El pasado diciembre la visitó para tener un encuentro con sus lectores en la Biblioteca Pública.

Como escritor, en ‘Los huérfanos’ planteó la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial. ¿En qué punto cree que nos encontramos?

Creo que la Tercera Guerra Mundial, por suerte, está lejos, aunque me parece muy interesante lo que ha ocurrido con Rusia y Ucrania, con una guerra física, clásica, pero a la vez digital y viral. Es decir, es una guerra que está enfrentando al siglo XX con el XXI. Y, por otro lado, me parece que hay una guerra constante de baja intensidad en las redes sociales e internet. Se ha globalizado la tensión con los hackers, los trolls, con las granjas de clicks y con Elon Musk.

Suele asomarse al futuro. Stephen Hawking dijo que la inteligencia artificial podría significar el fin de la raza humana. ¿Qué opina?

El futuro no me interesa. Lo que me interesa es el presente y cómo, en algunas zonas del presente, ya está el futuro. De los futuros que coexisten, nunca sabes cuál de ellos se va a convertir en el predominante, en el que realmente será futuro.

¿Por ejemplo?

No lo sé. No obstante, hay una inversión brutal en redes neuronales, que es la forma de inteligencia artificial más viva, lo que los expertos llaman la singularidad. Que ese momento en el que la máquina se vuelve autoconsciente y se puede reproducir esté más cerca de lo que pensamos. Otra opción que puede estar ocurriendo ya es que las máquinas piensen, aunque lo hagan de un modo tan distinto al nuestro que nosotros no lo identifiquemos como pensamiento.

¿Cómo va a ser eso posible?

¿Qué es pensar?, ¿qué es la inteligencia? Entre muchas definiciones, una es la capacidad de resolver problemas y los ordenadores solucionan problemas. Son conscientes de su contexto, perciben su hábitat con sensores y, por tanto, quizás ya haya un tipo de inteligencia, no humana, sino algorítmica, que todavía no sabemos entender. Sin embargo, desde Frankenstein, hay un consenso de que ese camino es destructivo, que serían como nuestros hijos. Igual que nosotros somos la evolución de formas de homínidos anteriores al Homo sapiens sapiens, ellas serían como la evolución del ser humano y ahí podría haber un parricidio... o no.

¿Se imagina a Putin con un ejército de robots?

Vuelvo a Frankenstein. Desde él, pasando por RoboCop o Terminator hemos pensado la inteligencia artificial como cuerpos robóticos o como androides Blade Runner. Yo lo que hago en mi libro Membrana, es justamente pensarla sin cuerpo, como algo que está en la nube, abstracto. El futuro de Membrana es posible porque en el presente la inteligencia artificial no tiene cuerpo. Nosotros seguimos pensando en Iron Man cuando en realidad el smartphone es inteligencia artificial y no tiene forma de robot.

Dirige en Galaxia Gutenberg una colección de ensayos. El primer libro es ‘Fe en la inteligencia artificial’, de Helga Nowotny. ¿Como una religión?

La inteligencia artificial es una nueva forma de religión porque es una entidad misteriosa que, en realidad no existe, como Dios, pero que a su alrededor tiene capas de sacerdotes, de iglesias y mantras que se repiten. Sin embargo, no hay una inteligencia artificial. Hay miles de algoritmos y aplicaciones y es la suma de todo ello lo que llamamos inteligencia artificial. Igual que a la suma de nuestros miedos, dudas, culpas y preguntas sin respuesta las llamamos Dios.

¿Qué dicen los algoritmos sobre Jorge Carrión?

Como desde muy joven tuve página web y blog y después fui apareciendo en prensa, soy muy visible en Google. Pero como nunca escribo sobre mi vida privada, imagino que los algoritmos tienen una visión del perfil público, del escritor y periodista y, en cambio, ignoran mucho de mi vida sentimental y familiar. En casa no usamos Siri ni Alexa y no publicamos fotos de los niños en redes sociales y tampoco entiendo muy bien por qué se hace. Cómo se les da a esas corporaciones el archivo familiar y las fotos de los seres más queridos.

Fue uno de los primeros en alzar su voz contra una de estas corporaciones, con su libro ‘Contra Amazon’.

No tengo nada personal contra Amazon, pero creo que es importante informarte de dónde compras y por qué. Hay lectores que usan Amazon de un modo muy ético y lógico porque viven en lugares apartados, no tienen movilidad o carecen de librerías en su barrio. En cualquier caso, varias personas que compraron el libro en Amazon, tras leerlo, me han dicho que no comprarán más en la plataforma.

Sin embargo, el gigante avanza y las librerías cierran...

No. Ahora mismo en España Amazon está estabilizado, no crece. De hecho, hay una crisis de Meta, Twitter y Amazon. De modo que estamos reajustando la tecnología y su mercado y dándonos cuenta, tras la pandemia, de que quedar y tomar un café también es muy importante. Que no todo son apps. En Catalunya, particularmente, han abierto muchas más librerías de las que han cerrado.

Jorge Carrión, en la Biblioteca Pública de Tarragona. Foto: Àngel Ullate

Usted quería visitar todas las librerías del mundo. ¿Cómo lo lleva?

Es una especie de quimera. Es interesante porque todos los buenos proyectos nacen de un archivo y yo en 2012 al llegar de un viaje miré la caja donde ponía siempre las tarjetas, fotos y apuntes de librerías, vi que tenía un libro y empecé a escribir Librerías. Me interesa mucho esa pulsión mía de ir fotografiando librerías del mundo para tener una especie de mapa que siempre estará incompleto, pero que precisamente por eso tiene interés.

¿Se quedaría con alguna?

Siempre vuelvo a ciertas librerías como por ejemplo a Ler Devagar, en Lisboa; o a Dante & Descartes en Nápoles, de la que hablo en Contra Amazon. De joven, cuando buscaba las librerías eran lugares donde me sentía a salvo en ciudades hostiles, como Ciudad de Guatemala o Amán, ciudades donde llueve mucho, donde hay mucha violencia, donde no conocía a nadie. De pronto, en una librería me sentía bien.

Antes ha hablado de recuperar el contacto físico. Pero, ¿qué hay de la postverdad?, ¿usted y yo estamos aquí sentados tomando un café?

Nos hemos acostumbrado a tener alter egos. No somos las personas que estamos en el perfil de Facebook; no somos nuestro mail. Nos hemos desdoblado en varias entidades digitales que parcialmente nos representan y, por tanto, hemos entrado en un mundo vinculado con la simulación y la multiplicación del yo.

En algún momento ha dicho que no cree en el realismo.

No creo en el realismo decimonónico clásico. Creo que es más realista Black Mirror que Breaking Bad porque nuestra vida está atravesada por la pantalla. Y en relación a la postverdad, la simulación genera versiones de los hechos, lo que la gente de Trump llamó los hechos alternativos. Las fake news son una máquina de producción de discursos muy fuerte y, en el fondo, es una mentira. Pero el problema es que se instala en el cerebro y el desmentido no es una vacuna eficientemente poderosa como para borrarlo. Vivimos en un mundo raro, en el que ya no recuerdas qué actores o filósofos han muerto y dudamos. Y esto es una buena definición de la postverdad.

Continuamente alude a las series. Ahora ha publicado ‘Teleshakespeare’, una remasterización. ¿Es nostálgico?

En parte se podría leer que la nueva edición sí que tiene que ver con la nostalgia porque, en verdad, echo de menos lo que sentí viendo Lost, Los Soprano o Juego de Tronos que, cuando finalizó fue la última vez que sentí que había una energía masiva concentrada en una serie. Después, con Netflix, Amazon, Prime Video, Apple TV y Disney+ ya no estamos todos viendo las mismas series, sino que se ha fragmentado la recepción y, en ese sentido, sí que hay nostalgia. Pero, al mismo tiempo, entiendo que son etapas. Ahora, por ejemplo, me interesan tanto o más que las series, el pódcast.

Solaris...

Empecé con Solaris, que ya acabó y el pasado diciembre estrené Ecos.

Como en Ecos, también combina arte, ciencia y medio ambiente en su proyecto en las Islas Galápagos. ¿Cómo casan?

Me invitó la Fundación Quo Artis. Fui con artistas y científicos de todo el mundo para una exposición que haremos en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid, en 2024. Creo que hay que unir las disciplinas porque la humanidad nunca ha funcionado solo con filosofía, con religión, con ciencia o tecnología. Por ello, en los últimos años he hecho proyectos como Solaris, divulgación tecnocientífica a través de la cultura en un intento de crear puentes entre las ciencias y las letras. Y esto me ha hecho pensar en mi infancia porque aunque ya escribía desde muy niño, también tenía un microscopio. Y ahora estoy volviendo a ese niño que fui, que no sabía si iba a optar por las ciencias o por las letras.

Nació en Tarragona. ¿Qué le une a la ciudad?

Viví durante mi primer año de vida en Tarragona. Después, mis padres se trasladaron a Mataró, donde vivía el resto de la familia. Pero un domingo, hablando con mi madre, le dije que para Barcelona. Libro de los pasajes, hubiera sido perfecto que yo hubiera nacido en un pasaje. Y me respondió que vivíamos en un pasaje y lo más increíble es que la dueña del piso tenía una librería, a la que mi madre iba cada mes a pagarle el alquiler en efectivo. Yo fui a ese pasaje, un pasaje industrial y me emocioné mucho. Que de pronto tenga un vínculo con mi librería y mi pasaje me pareció extraordinario.

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