La Concejalía de Fiestas, esa gran desconocida

Desde el Krusty Burger. Gestores culturales efímeros. En los municipios pequeños los programadores suelen vivir situaciones para las que no están preparados ni formados. Muchos solo están en el cargo lo que dura una legislatura

Lo de que más sabe el Diablo por viejo que por Diablo gana muchos enteros en manos de un payaso malo que lleva demasiados años arrastrándose por el mundo de la culturita, los festejos y las todo tipo de propuestas de entretenimiento. Con el tiempo, pese a dedicarme formalmente al mundo del circo (por decir algo), también he sido (soy, y posiblemente seré) responsable de ciertas programaciones que han abarcado desde la contratación de actuaciones de primeras espadas en las artes escénicas hasta fiestas de la espuma, talleres de globoflexia e incluso hinchables multicolor, con el permiso de Bob Esponja. Cuando se trata de ofrecer servicios a departamentos municipales... vaya, que no se me caen los anillos. Un día pensé que quería dedicarme al arte y, vamos, que tal vez una parte del arte sea esto. Por desgracia. O por fortuna. A saber.

Ya he dicho en alguna ocasión que, lo mejor de todo, es que los que nos dedicamos a este frágil sector no somos tantos. Y esto, lejos de convertirlo en algo endogámico o competitivo, nos ha permitido verlas de todos los colores y sentirnos bajo cierto denominador común: hay que hacerse amigo del concejal de Fiestas de turno si quieres trabajar en verano. Y no, no hablo de ayuntamientos grandes, con sus técnicos municipales y programaciones amplias, no. Me refiero precisamente a la figura de la concejal o el concejal de Fiestas de pueblos pequeños que, para los que «vendemos», son los que están al otro lado de la mesa o del ordenador. Concejalas de Fiesta Mayor y poco más. Muchos de ellos, la mayoría, duran en el cargo lo que dura una legislatura. Y los que siempre estamos, los que ofrecemos las propuestas, simplemente vamos cómo van pasando y cambiando. Unos dejan la política y se centran en sus trabajos, otras cambian de concejalía y otros simplemente desaparecen. Amigos para siempre, vaya. Íntimos.

Sin embargo, estos gestores culturales efímeros, especialmente los de municipios pequeños, suelen vivir situaciones para las que no están preparados ni formados. Se convierten de un día a otro en superstars. Los representantes de zona los buscan para reunirse con ellos y ofrecerles el oro y el moro con sus orquestas y sus superproducciones. Su buzón de correo electrónico está más que surtido de ofertas familiares, infantiles, hinchables, fiestas holi, bandas de tributo, animaciones infantiles, payasitos, distribuidores de sillas, mesas, escenarios, equipos de luz, sonido y un largo etcétera que, en ocasiones, quedan sin abrir porqué el afectado no sabe ni cómo ponerse a ordenar una fiesta mayor.

¿La solución fácil? Hacerse con los servicios de un representante de esos que te espetan un «tranquila, que la Fiesta Mayor ya te la monto yo». ¿La difícil? Programar y responder frente a la responsabilidad asumida en la concejalía. Buscar un criterio, unas necesidades propias de cada municipio y buscar qué encaja mejor, ya sea en solitario o al lado de un voluntarioso equipo a modo de comisión. Creo que no son conscientes de lo importantes que son para la supervivencia de nuestro sector, el cultural. Lo importante que es para un pequeño artista o una pequeña empresa o productora que los atiendan, los llamen o incluso los programen. Pero por otro lado, lo que la gente (los vecinos) tampoco saben es lo complicado que es estar al frente de una concejalía así.

La Cultura es como el fútbol. Todo el mundo sabe, y todo el mundo opina. Hace unos años, no muchos, una concejal me confesaba la presión que sentía cada vez que se acercaban las fiestas mayores de su pueblo. El compromiso y el peso que la inundaba ante la posibilidad de fallar. Porque, me decía, en otras concejalías la gente no opina tanto, pero un error en las fiestas hace que mucha gente venga a decírtelo... y durante todo el año. «La próxima legislatura ya sé qué concejalía no voy a llevar», dijo entonces (no hacía falta, su partido no ganó y tampoco tuvo que decidir nada). Tal vez por esta responsabilidad siempre son pocos los que asumen riesgos y casi siempre vemos el mismo tipo de actos en las Fiestas Mayores. Algo va cambiando, poco a poco, siempre en función de la juventud del titular de Fiestas, eso sí.

Para muchos concejales y concejalas de Fiestas este ha sido su último verano. Gracias por formar parte de este engranaje, y por si sus vecinos no los miran bien, consuélense con que el sector de los artistas que han trabajado en sus fiestas sí les están agradecidos por su tiempo y su dedicación.

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