Sant Josep Obrer, cuna de flamenco

El barrio de la periferia de Reus presume de una cantera de artistas brillantes y con carreras profesionales

El día a día en Sant Josep Obrer no implica fuegos artificiales. Situado en la periferia de Reus, se trata de uno de los barrios marginales que, a menudo, se coloca en el foco de la noticia polémica. A pesar de ello, en cada rincón de ese lugar existe devoción por el arte, capacidad creativa e inquietud por el progreso a través de la cultura.

El flamenco se ha convertido desde hace ya muchos años en un acicate, en un modo de vivir para hallar un futuro repleto de esperanza. Existen pocos barrios en Catalunya que generen tanto talento artístico en ese registro. Viene de lejos. Las primeras familias que se instalaron en Sant Josep Obrer, con raíces andaluzas, ya instauraron la pasión por esa forma tan emocional de hacer música. Las generaciones posteriores han mantenido vigente la tradición hasta alcanzar, en algunos casos, un lugar dentro del mundo profesional.

En casa de Modesto Santiago siempre se ha educado a través del flamenco. En el televisor suena con frecuencia, raro se hace no toparse con una guitarra o un cajón en el hogar. «Mi padre es un devorador de cultura. En casa puedes encontrarte de todo. Lee, le gusta la pintura. Las primeras cintas que yo vi de flamenco eran las antiguas Beta, las ponía a todas horas en la tele», rememora José, uno de los hijos de Modesto, ahora percusionista profesional. A los 18 años emigró a Sevilla para formarse y descubrir nuevos horizontes musicales. Su último proyecto se relaciona con Remedios Amaya. Paco, uno de sus hermanos, también ha adoptado el papel de percusionista integral. Por ejemplo, ha colaborado con Tomatito.

«Yo creo que mi padre ha ayudado mucho a que el flamenco se haya consolidado en el barrio. Y te digo una cosa, todo lo que sale de aquí es Primera División, no Segunda B. Para mí, el flamenco de Reus no tiene nada que ver con el de las grandes capitales. Hay artistas como Miguel Poveda que nos llaman», añade José.

La bailaora Inés Rubio ha construido una carrera extraordinaria, con actuaciones en países como Japón o Rusia. Desde hace casi 12 años reside en Sevilla, comparte vida sentimental con el prestigioso guitarrista Antonio Santiago Ñoño, aunque no olvida sus raíces. Cuando encuentra un hueco en su agenda regresa a casa para visitar a sus padres, que permanecen en el barrio.

«Para nosotros el flamenco era nuestro juego en la calle. Yo he aprendido muchas cosas en el barrio, es como una forma de vivir», reflexiona. Eso sí, a cierta edad, hay que partir hacia una urbe para poder ganarse el pan. «Tienes que irte de Reus y Tarragona en general, por desgracia. En las grandes capitales están los mejores tablaos».

Inés ha compartido escenario con Jesús Carmona, quizás el bailaor con mayor caché del país, Belén López, Juan José Amador o José Mercé, entre otros.

Los tablaos Cordobés de Barcelona o el Corral de la Morería de Madrid ya han oído cantar a Juanjo de Nayeli, una voz de raíz, que ha aprendido desde la cuna. Sus dos abuelos ejercieron como cantaor y bailaor respectivamente. «En casa siempre se montaban fiestas, había baile y cante y puede ser que lo heredes, que lo lleves en los genes. Cuando era pequeño, me escondía en un rincón para oír cómo cantaban en cada fiesta», confiesa.

Ayudar a los jóvenes que exhiben condiciones en el barrio y que expresan deseo y dedicación por el flamenco es otra de las funciones de estos artistas más consagrados. «Estos días, en Barcelona, se ha venido conmigo al tablao Agustín, tiene 18 años y creo que un buen futuro», refleja De Nayeli. Talentos como Joselillo o Juanito De Mode, Juanillo de Reus, Joselito de San Roque o Abraham Jiménez han empezado a asomar la cabeza con fuerza en un sector que pide destreza y conocimiento. En Sant Josep Obrer, el flamenco de alma anda más vivo que nunca.

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