El Nou Estadi salva a Agné (Nàstic 1-0 Numancia)

Otra victoria en casa mantiene al técnico de Mequinenza en el cargo. Guillermo Fernández marcó el gol de la victoria. Ahora deberá ganar en Las Gaunas

No podía decir adiós Raül Agné en el Nou Estadi. Ni mucho menos. Porque si algo ha conseguido el técnico de Mequinenza es conseguir hacer del feudo grana un fortín. Allí todo cambia y si su cargo sigue en juego en Las Gaunas es porque fuera de casa todo se va al traste. Frente al Numancia salvó una vida más y salió airoso. Ahora le queda la prueba definitiva.

Desde las altas esferas se apuntaba a Aarón Rey como uno de esos jugadores de los que se esperaba mucho más. Se le había fichado para marcar diferencias y en solo un partido lo había hecho. El encuentro caminaba en el alambre ante el Numancia. Cada minuto acercaba a Raül Agné al cese porque solo le valía ganar. Parecía que no iba a salvar la quinta vida. Solo parecía, porque en ese preciso instante apareció el gallego. Sí, así es él, capaz de dibujar chispazos mortíferos en un partido. Para muestra, un botón. Se le exige tanto porque está capacitado para hacerlo. Da gusto verle jugar en sus días buenos. Deben ser más y esa es su gran asignatura pendiente.

El extremo arrancó por el costado izquierdo y metió un centro bombeado con su derecha. En las profundidades del área apareció el de siempre. Guillermo Fernández conectó un cabezazo sutil que pilló a contrapié a Isma Gil y adelantó al Nàstic. En el momento preciso cuando su entrenador más lo necesitaban aparecieron dos futbolistas fichados este verano. El técnico de Mequinenza salva una vida más y se deja el juicio final para Las Gaunas. Allí todo se decidirá. Para bien o para mal.

Raül Agné había proclamado durante las últimas semanas que lo que veía sobre el terreno de juego le llenaba y le hacía ser optimista para el futuro. “Conmigo el equipo acabará arriba”, aseguraba hace dos semanas en la sala de prensa del Nou Estadi. Si las palabras no eran suficientes, los hechos también lo han sido para creer que su discurso es sentido y sincero. Repitió el once que ganó al Murcia y que perdió frente a la Real Sociedad B. Si se tiene en cuenta lo primero, no sorprende. Si se tiene en cuenta lo segundo, sí. Agné en la derrota mete el bisturí, pero lo que vio en Zubieta le gustó y por eso volvió a apostar por ello en el día en el que se volvía a jugar su cargo como entrenador del Nàstic.

El conjunto grana compareció sin complejos. Se alejó del ruido y se centró en jugar su partido. Un encuentro en el que quiso y fue protagonista con el balón. A la idea de juego protagonista se le daba continuidad en un Nou Estadi que lo agradecía. Si alguien esperaba un clima bélico y con ganas de pitada se encontró con todo lo contrario. Aplausos y apoyo para el equipo. El escudo está por encima de todo y todos. Así que los plebiscitos para otro momento.

Lo cierto es que el Nàstic se pareció mucho al que reaccionó tras el gol en Zubieta y no tanto ante el Murcia. Una buena versión pero insuficiente. Se tenía el cuero y no se sufría, pero faltaba mordiente. Se volvía a echar en falta algo de colmillo y desequilibrio en metros finales. Ni por los costados ni por el centro se lograba profundizar. Solo hubo una amenaza clara en la que Joan Oriol recibió tras una bonita triangulación en el interior del área. Lo tenía todo para tirar y buscar portería, pero pensó demasiado y eso el fútbol suele castigarlo porque es un deporte de impulsos. A partir de ahí, el Nàstic siguió instalado en campo contrario pero sin vislumbrar la orilla del área rival. Mucha pelota, pero poca amenaza.

Aquello volvió a desgastar la mentalidad de un equipo que necesita hechos porque con los intangibles su confianza no crece. El fútbol llega un momento en el que pide más que sensaciones. En tiempos de tormenta, los goles son flotadores. Por eso, el Nàstic fue decayendo conforme se acercaba la primera mitad. Tenía mucho el balón y lo recuperaba muy rápido, eso era la mejor noticia, pero no estaba generando ocasiones.

El conjunto de Agné se guardó un par de golpes para el tramo final. Pablo Fernández primero amenazó con un disparo con la derecha que obligó a sacar la manopla a Isma Gil. A los pocos minutos, apareció Aarón Rey por el centro para meter un pase filtrado a la espalda de la defensa rival. Guillermo ganó la posición y ya vislumbraba el mano a mano, pero San Emeterio le derribó fuera del área. Fue una acción ganadora para el rival que encontró como castigo una amarilla con la que había evitado dejar al delantero rival solo ante el portero. Así murió el partido en la primera mitad. La segunda mitad apuntaba a agonía.

En la segunda mitad nada cambió. El Nàstic adolecía de amenaza ante un Numancia que parecía ver bueno ese punto. Hasta que apareció Aarón Rey para romperlo todo. Luego Guillermo para culminar la jugada. Los dos le tiraron el flotador a Agné que se sigue agarrando al banquillo del Nou Estadi como pocas veces se ha visto. Su espíritu de resistencia no tiene fin. Tampoco el de unos jugadores que están dejado claro que de su ética no se duda.

Si los fichajes aparecieron para fabricar el primer gol, Josema emergió para evitar el empate. El central madrileño evitó una avería en la espalda de Pol Domingo en el centro de la zaga. Estuvo rápido, concentrdo y fino para quitarle fuerza al delantero rival en su disparo. Manu blocó y el Nou Estadi respiró aliviado porque aquel hubiese cambiado el destino.

La cosa se allanó todavía más cuando Simic realizó una entrada pasada de vueltas sobre Del Campo. El Numancia se quedaba con diez y el Nàstic vislumbraba el final del encuentro con superioridad en el campo y con el marcador a su favor.

Fueron minutos de tensión en los que aparecieron fantasmas del pasado. El primer partido ante la UD Logroñés y la derrota en Elda pasaron por la cabeza de todos. Por eso el Nàstic fue un equipo que jugó siempre con el retrovisor. Había demasiado en juego. Se jugó con oficio, no se mató al rival, pero se sacaron los tres puntos. Agné va camino de ser inmortal. En Las Gaunas, juicio final.