La Covid abrió nuevas puertas en el turismo... aunque solo de emergencia

En plena pandemia, el auge de un turismo de proximidad prometía cambios que no han sido

La pandemia de Covid-19 abrió nuevas puertas en el sector del turismo. No fueron pocas las voces que vaticinaron profundos cambios en la mentalidad de los ciudadanos, deslumbrados por la experiencia de un turismo más próximo y consciente, con unos cambios sociales que ‘habían venido para quedarse’.

A la vista de la los hechos, todo apunta a que, por lo menos en lo que se refiere al sector turístico, esa puerta era más bien una salida de emergencia, y que la frase que auguraba cambios llegados ‘para quedarse’ está a punto de alojarse (si no lo ha hecho ya) en la vitrina de los lugares comunes, junto a las ‘sinergias’, ‘hojas de ruta’ y ‘reinvenciones’, con permiso de ‘apretarse el cinturón’ y ‘con la que está cayendo’.

Así que, cuando ‘de esta saldremos mejores’ luce ya en un lugar de honor en esa vitrina, ¿qué queda de esas tendencias que pronosticaban que el sector turístico ya no volvería a ser el de antes?

Pablo Díaz Luque, profesor de los estudios de Economia i Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), experto en turismo y miembro del grupo de investigación Noutur, confirma que, durante los momentos con mayores restricciones a la movilidad, «hubo una pequeña explosión de ese turismo más rural y en familia, que volvía también de alguna manera al turismo de los años setenta, con más apartamentos turísticos, etcétera, pero que desgraciadamente no se ha consolidado».

A ese turismo próximo y consciente le siguió un ‘turismo de revancha’, cuyo cénit llegó este pasado verano, donde esos mismos ciudadanos buscaron resarcirse de las privaciones que habían sufrido a lo largo de los dos últimos años. «La curva de ese ‘turismo de revancha’ todavía funciona -sostiene Pablo Díaz-, y creo que la inercia de volver a salir fuera continúa, aunque a la baja por la incertidumbre económica y unos precios que suben. Eso no es el mejor escenario para una familia media, que por esas razones quizás volverá a un turismo de proximidad, aunque los más pudientes sí que están viajando».

En todo caso, si de nuevo hay un auge en ese turismo de proximidad, este investigador de la UOC lo atribuye a la coyuntura económica, más que a la consolidación de grandes cambios sociales. «Que, a consecuencia de la pandemia -explica-, hay una serie de personas que han descubierto una determinada oferta que no conocían, es de valorar. Pero de ahí a afirmar que no volverían a lo anterior, lo pongo en duda».

«En su momento -asegura Pablo Díaz- ya fui escéptico sobre ese cambio de mentalidad hacia un turismo más sostenible, y los hechos confirman que eso no ha sido así: el turismo se ha recuperado desaforadamente, y eso de viajar menos en avión ha quedado en bien poca cosa».

Berta Cabré, presidenta de la Federació Empresarial d’Hostaleria i Turisme de Tarragona (FEHT), confirma, a raíz de la pandemia, ese descubrimiento por parte de determinados segmentos de población de una oferta desconocida hasta entonces para ellos, aunque corrobora también que lo que ha quedado de ello es más bien poco.

«La Covid -relata Berta Cabré- propició un tipo de turismo un poco distinto, motivado principalmente por las restricciones de movilidad, porque te obligaban a permanecer en grupos burbuja o porque, por prudencia, elegías esa oferta más aislada. De ahí que las casas rurales fuesen al alza, pero también los apartamentos turísticos o los campings, que fueron el gran descubrimiento de la pandemia, a través de los bungalow».

«Esto -admite Cabré-, para el sector del camping ha propiciado una gran oportunidad, porque es algo que sí que ha quedado y muchas familias han repetido. Pero ahora que hemos olvidado las situaciones pandémicas -prosigue-, las tendencias vuelven al lugar donde estaban antes de la pandemia».

Jaume Salvat, consultor en Turisme i Cultura del departament de Consultoria Tecnològica d’Eurecat, además de profesor asociado de Geografia en la Universitat Rovira i Virgili (URV), coincide: «Volvemos a una cierta normalidad, donde también vuelven los modelos clásicos de turismo. Parecía que todo cambiaría mucho, pero hemos vuelto a escenarios de 2019, a pesar de que haya más actividad en entornos interiores».

«En Salou, Vila-seca, Cambrils... las ocupaciones han vuelto al alza -destaca Berta Cabré-, pero ha quedado que el cliente de proximidad ha redescubierto la Catalunya del Sud, y para esas escapadas y desconexiones hemos visto oportunidades. De ahí que Terres de l’Ebre siga teniendo ocupaciones más altas de las que tenía antes de la pandemia. Eso sí que ha quedado: no ya por el miedo a la pandemia, sino porque es un espacio agradable para esas escapadas».

Desde la Associació de Turisme Rural Comarques de l’Ebre (Aturebre), su presidente, Juanjo Bel, corrobora esta tendencia: «Durante los dos años de pandemia, sufrimos como todos los sectores, aunque las casas de alquiler entero quizás sí que se beneficiaron más. A partir de la reapertura, como todos, hemos vuelto a tener muchos clientes, y el balance de este año es positivo. Pero en este puente -añade-, atrae más la nieve o un viaje para salir de Catalunya. Vuelve a ser un año como los de antes de la pandemia».

«En invierno -prosigue-, la ocupación es solo durante este puente, que está siendo malo, y en Navidad, con Fin de Año en máxima ocupación, pero eso es algo que ocurría ya otros años, y pienso que no hay nada que hacer con la desestacionalización».

El ‘piso turístico’ se va al campo

Pero cuando todo vuelve a lo que solía, aparece un nuevo actor en escena: las Viviendas de Uso Turístico (VUT), conocidas en los entornos urbanos como ‘pisos turísticos’, han entrado con fuerza en el ámbito rural. Tras las 9.964 viviendas de uso turístico (VUT) registradas hoy en el Tarragonès (según datos de la Guia oficial d’establiments turístics editada por la Generalitat de Catalunya) y las 6.303 del Baix Camp, el Baix Ebre ocupa la tercera posición de la demarcación de Tarragona en número de VUT, con 3.103 viviendas.

Le siguen el Baix Penedès, con 2.378 VUT y, en quinto lugar, el Montsià, con 988 viviendas de estas características. Y, aunque a mucha distancia ya de estas cifras, no hay comarca en la demarcación de Tarragona que no cuente ya con viviendas de uso turístico, en una tendencia que, en el caso de los destinos turísticos rurales y de interior, va a más y empieza a desencadenar algunos conflictos.

Lo explica Juanjo Bel, presidente de Aturebre: «Si miras las licencias de turismo rural que se están dando, la cifra es cero, nadie abre ya un establecimiento con licencia de turismo rural, porque se ha abierto la veda a las viviendas de uso turístico, donde los requisitos son mucho menores, prácticamente tener solo la cédula de habitabilidad».

«En una vivienda de uso turístico -prosigue Bel-, la supervisión es del aparejador municipal de cada pueblo, no es obligatorio tener luz de emergencia, ni pasan los bomberos a obligarte a tener un extintor... Ahora todo es vivienda de uso turístico, tanto las masías como las casas de pueblo, lo cual lleva a un exceso de oferta que ya se está notando, y que además baja la calidad, porque compiten en precio».

Jaume Salvat, de Eurecat, reflexiona sobre esta tendencia: «Esto es un fenómeno que no es exclusivo de las ciudades, y que pasa en todas partes. En los entornos rurales es un cambio importante, que además provoca que desaparezca del mercado la vivienda para alquiler habitual».

«Es algo que, por ejemplo, en el Priorat es muy importante ya, y me consta que es un tema que se quiere abordar», destaca Salvat, en alusión a la incidencia que tiene en una comarca con pequeños municipios un censo de 148 viviendas dedicadas exclusivamente al alquiler turístico.

Este experto de Eurecat coincide en que «es mucho más fácil poner en marcha una vivienda de uso turístico que una casa rural o una casa de pagès, y es comprensible que el sector del turismo rural vea una competencia desleal en la mayor facilidad normativa que tienen las VUT, porque en su caso, al margen de estar inscrito en el registro de Turisme de Catalunya, solo requiere de una cédula de habitabilidad y un número de teléfono de contacto».

«Esto, sin duda -prosigue-, provocará una reflexión de qué es el turismo rural, para volver a pensar cuál es el rasgo distintivo de la experiencia turística rural. Cuando facilitas las VUT abres una oportunidad de negocio, y es legítimo que, quien la pueda aprovechar, la aproveche. Pero eso genera unas disfunciones a las que quizás se debería poner límites, de la misma manera que se está haciendo en los entornos urbanos».

Pablo Díaz Luque, de la UOC, se suma al análisis: «Es cierto que observamos que el fenómeno de las VUT ha salido de los entornos urbanos y ha llegado a los rurales, y es algo más reciente que no tenemos tan estudiado, pero claramente hemos detectado un crecimiento de la oferta. Es algo que, desde luego, puede encarecer el alquiler para aquellas personas que se querían asentar en esos entornos».

Diferentes rentabilidades

Un reciente estudio elaborado por la asociación empresarial del sector turístico Exceltur y titulado ReviTUR, pone de relieve algunos de los poderosos argumentos que pueden llevar al propietario de una vivienda a optar por dedicarla al alquiler turístico en lugar del residencial. Aunque basado en datos extraídos de entornos urbanos, la diferencia de rentabilidad entre la primera y la segunda opción es notable, con la balanza a favor del alquiler turístico.

Así, alquilar un piso de 80 metros cuadrados para cuatro personas proporciona unos ingresos medios (promediando las 20 principales ciudades españolas) de 12.672 euros al año en el caso de un alquiler residencial, mientras que, si se opta por un alquiler turístico, esos ingresos se disparan hasta los 32.093 euros anuales.

Descontado el IRPF y los gastos de mantenimiento, la renta final para el propietario en el caso del alquiler residencial se sitúa en los 10.138 euros al año, mientras que en el del alquiler turístico alcanza los 19.737 euros si es el mismo propietario quien se encarga de la gestión y la comercialización, o 15.405 euros si cede la gestión a un tercero. En ambos casos, unas diferencias de rentabilidad notables respecto a la opción del alquiler residencial, con 9.599 euros y 5.267 euros más al año, respectivamente.

Sobre la competencia que pueden ejercer estas VUT respecto a la oferta tradicional de turismo rural, Pablo Díaz, de la UOC, intuye aquí un mayor grado de conflictividad. Tras haber estudiado el fenómeno de los pisos turísticos en los entornos urbanos, asegura que «los hoteleros de zonas urbanas no veían como competencia a los apartamentos turísticos, sobre todo en los hoteles de mayor categoría».

A medida que se bajaba en la escala de esa oferta, sin embargo, aumentaba la conflictividad, donde «las pensiones sí que veían esas VUT como una competencia desleal». Una conflictividad, en todo caso, muy acotada y residual en relación al conjunto de la oferta de alojamiento turístico.

«Pero en un entorno rural -prosigue Pablo Díaz- sí que las casas rurales pueden ver esas VUT como una competencia más desleal y puede haber más conflicto, porque están orientados a los mismos clientes».

En este punto, surge la pregunta de qué es lo que ha llevado a esta proliferación de la oferta de VUT en entornos rurales, con dos opciones claras: un aumento de la demanda a consecuencia de esos cambios sociales que pocos aprecian hoy como masivos, o una oportunidad de negocio aprovechada al calor de unas mayores rentabilidades.

«Es cierto que la VUT es una tendencia -reflexiona Berta Cabré, presidenta de la FEHT-, y cuando surgen oportunidades, surgen para todo el mundo, más allá de las zonas urbanas y de costa. La VUT no deja de ser una oferta diferenciada y complementaria, que nos permite disfrutar de una experiencia diferente. Es una forma reglada de hacer una estancia turística, y todo suma».

«Hemos dado a conocer un producto que teníamos y que era más difícil de trasladar al público -añade Berta Cabré-, y decían que habría una vida diferente, pero la realidad es que no ha sido así, y no ha cambiado tanta cosa».

«Ahora -concluye- somos más vulnerables y tenemos más capacidad de adaptación, pero cambios de tendencia como tales, no se han dado. Hemos tenido cifras de ocupación este verano que se han acercado a las de 2019: volvemos a las tendencias habituales y a los desplazamientos aéreos».