Cuando el río suena...

En las Terres de l'Ebre tenemos un déjà vu con las cíclicas crecidas del río

Como en la película ‘Atrapado en el tiempo’, en la que Bill Murray revive el día de la marmota una y otra vez, en las Terres de l’Ebre tenemos un déjà vu con las cíclicas crecidas del río y la casi inmediata demanda del trasvase desde Valencia y Murcia. Es pasar de los mil metros cúbicos por segundo en el tramo final del río, y los regantes del Levante empiezan a rasgarse las vestiduras. Pasó en 2013 y vuelve a suceder estos días, en los que los embalses de Mequinensa, Riba-roja i Flix sueltan reservas para hacer sitio a los caudales de las crecidas en la cabecera de la cuenca.

Los regantes, y muchos medios valencianos y murcianos, ven en estos grandes caudales un derroche de agua que ellos podrían aprovechar para sus cultivos. Pero sólo miran hacia las Terres de l’Ebre cuando el río baja poderoso, y hay que recordarles que la situación actual es una excepción.

Durante muchos meses al año el Ebre acostumbra a situarse un poco por encima de los 100 metros cúbicos por segundo a su paso por Tortosa, alrededor del mínimo ecológico que establece la Confederación Hidrográfica del Ebro. Esta cifra es considerada totalmente insuficiente por la mayoría del territorio, la Generalitat y sobretodo la Plataforma en Defensa de l’Ebre (PDE), que continúa con su cruzada para intentar incrementar estos caudales mínimos.

Las crecidas forman parte de la dinámica fluvial y de forma controlada, resultan beneficiosas porque aportan sedimentos, nutrientes y ayudan a eliminar algas y caracoles manzana presentes en el cauce.

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