Hace mucho que necesitábamos ahorrar

La medianoche del martes entró en vigor el plan de medidas de ahorro de energía aprobado por el Gobierno para hacer frente a un posible corte del suministro del gas ruso en invierno en medio de la polémica y las discrepancias por las formas y el fondo y con más dudas que certezas sobre su aplicación y seguimiento. Pero lo más triste de todo es que el plan impuesto por la Comisión Europea para contener el gasto energético y evitar restricciones futuras lo hacemos ante la amenaza de Vladímir Putin de cortar el grifo y no por los castigos que propinamos a la Tierra con las emisiones contaminantes, la deforestación salvaje, la progresiva aniquilación de la vida marina o la extracción enloquecida de cuanto de algún valor guarda en sus entrañas y eso que son muchos los expertos que alertan que hace tiempo que estamos llevando la situación a extremos insostenibles.

Antes de la invasión de Ucrania y del chantaje energético a Occidente ya necesitábamos ahorrar. De hecho hace mucho tiempo que veníamos necesitando ahorrar, esto es, administrar con tino y previsión lo que teníamos, pero ahora nos aterra la forzada necesidad de tener que hacerlo. Aplicar algunas de las medidas planteadas se nos antoja mucho más terrible que la emergencia climática y el calentamiento global. Para preservar el futuro y evitar una degradación aún mayor del medioambiente son necesarias al menos tres tipos de políticas más allá de las recién aprobadas. Por un lado, limitar la expansión de los combustibles fósiles e impulsar las energías limpias.

Por otro, cambiar el modelo de crecimiento y consumo, ya que como se está viendo estos días, hay un largo camino por recorrer. Por último, adoptar en la cumbre del clima que se celebrará en Egipto en noviembre, medidas concretas y de cumplimiento inmediato y no como las tomadas en Gasglow en la que los aspectos más complejos se dejaron para la siguiente.

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