Inestabilidad en el peor momento

El enésimo enfrentamiento entre ERC y Junts amenaza con hacer saltar por los aires el Govern de la Generalitat. Las discrepancias entre los dos partidos que gobiernan Catalunya han dejado de ser un secreto a voces para airearse mediante un altavoz tan potente como es el Parlament durante el debate de política general. Y es que ya se ha agotado cualquier intento de entendimiento –o siquiera de disimulo– y ya no hay margen para más.

Después de que en la noche del martes Junts amenazara con pedir al president, Pere Aragonès, que se someta a una cuestión de confianza todos los hilos se han roto. Y es que Aragonès considera que el planteamiento de los posconvergentes supone de facto retirar la confianza al Govern y al president. Tanto, que suspendió ayer su agenda y la salida de Junts del Govern se antoja como una posibilidad que gana enteros con cada minuto que pasa.

Se trata, en todo caso, de una mala noticia para Catalunya, sobre todo en unos momentos en que sería de esperar una mayor responsabilidad de sus dirigentes, toda vez que el país se halla inmerso en una grave crisis económica y lo que menos necesita es un gobierno débil y dividido que incremente la inestabilidad. En una situación tan complicada como la que se avizora este otoño, con los precios de la energía y los combustibles disparados y una inflación galopante que ya ha comenzado a hacer mella en las economías de miles de familias, lo menos que se podía esperar de los políticos que nos gobiernan es que dejen a un lado sus intereses partidistas y sus luchas fratricidas para ponerse al servicio de una sociedad que demanda soluciones a sus problemas reales, que pasan por poder llegar a fin de mes, pagar la hipoteca, contar con un buen sistema de salud pública, con una educación eficiente para el desarrollo integral de sus hijos y, en definitiva, salir cuanto antes de esta crisis sin que nadie se quede atrás.

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