Una pérdida de tiempo

La moción de censura o como se llame el espectáculo que vivimos en el Congreso los dos últimos días dejó tras de sí un aroma de cansancio y hartazgo, mezclado con una enorme frustración.

Mientras el presidente chino Xi y el autócrata ruso Putin decidían nuestro futuro en su encuentro y mientras los bancos centrales de medio mundo trataban de reflotar al sistema bancario, antes de que se produzcan más hundimientos, aquí en España nuestros dirigentes políticos pasaban el día entretenidos en lanzarse insultos, en hacerse desplantes, en recriminarse mutuamente los mismos errores y en proclamar a los cuatro vientos su inoperancia, en mostrar su falta de capacidad y en insistir en aburrirnos a todos al repetir, una y otra vez, un sainete que carece por completo de gracia.

Ramón Tamames es un hombre de Estado que mantiene una cabeza privilegiada, pero no es hoy el hombre adecuado para ser el candidato de una moción de censura que haga honor a su nombre. Él lo sabía, el partido que le propuso lo sabía, como lo sabían quienes le contestaron ayer.

Es muy probable que una buena parte de los españoles esté de acuerdo con algunas de las cosas, más que sensatas, que dijo Tamames. ¿Y eso qué importa? En España hace tiempo que en el debate político hemos aparcado la razón y orillado el sentido común, incluso hemos abandonado la educación y los buenos modales.

Gritamos todos y no nos oímos ninguno. Sobre todo, ahora, que se aproximan elecciones en el horizonte y ya todos los partidos se hallan en una descarnada campaña en busca de votos.

Más allá de los análisis sobre quién pudo ganar o salir beneficiado de esta moción de censura, lo que parece fuera de toda duda es que este sainete, que ya se sabía cómo iba a acabar incluso antes de que comenzara, ha sido una gran pérdida de tiempo y de energías. Con todo lo que hay que hacer en este país...

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