El rincón de la calma

Hace unos días tuve la suerte de poder asistir a una conferencia que realizaban unidas la Associació Asperger-TEA del Camp de Tarragona Aspercamp, junto con la Associació Altes Capacitats Athena. La charla estaba dentro del programa de la Facultat de Ciències de l’Educació i Psicologia. Escuchar a los profesionales de estos apartados, me fascinó, pero escuchar a los cuatro testimonios, tres adolescentes y un adulto, explicando sus vivencias personales, al vivir con altas capacidades o con asperger, me cautivó.

Pienso que cuando oyes algo que te llega al corazón y te remueve el alma, no lo puedes dejar estar. Justo es el momento de ponerte a actuar. Acepto que hay sufrimientos que vienen sin que los busques, siendo indiferente la edad que tengas. No puedo aceptar el sufrimiento que se ignora, y menos aún el sufrimiento de los niños o adolescentes, que aún no tienen herramientas para poder afrontarlos.

No voy a entrar en el tema de la inclusión, en decretos cuando no hay suficiente formación o recursos, en los recortes de horas de veladores, ni en teorías que no coinciden con la práctica. Pero sí querría decir que el otro día los testimonios hablaban de su vida real. Fue desde su corazón que respondieron a la pregunta, si pudieras decirles a los futuros profesores algo, ¿qué sería? Entre varias cosas se pidió un rincón de la calma, un lugar al que poder ir cuando te sientes sobrepasado, asustado, enfadado, incomprendido... Un espacio en el que te puedas recomponer, ajustar tu respiración para poder seguir hacia delante. Las emociones van con nosotros a todas partes, y no siempre se manifiestan de la manera que deseamos, ojalá trabajáramos de pequeños, para saberlas saludar, colocarlas en el lugar que les toca, y seguir avanzando. Hay alumnos que no lo tienen nada fácil, y en su etapa educativa pasan muchas horas de su vida.

No me gusta cuando se presenta la figura del profesor como si fuéramos los que hacemos más faena del mundo, al igual que no me gusta cuando se nos juzga en función de las vacaciones de verano. Lo que sí creo que debería estar claro es que tenemos la inmensa suerte y responsabilidad, de compartir con las familias la educación de sus hijos durante un período de tiempo. No estamos para juzgar, ni para etiquetar, tanto cuando no hay diagnóstico, como cuando sí lo hay. Si un niño o un adolescente es tachado de vago, de raro, de no prestar atención, de pasar de todo, y de repente se encuentra con un diagnóstico... ¿acaso puede volver atrás en el tiempo y vivir esa vida educativa conforme a la necesidad que tiene? No hace falta que os diga la respuesta.

Hace años había un anuncio que acababa con la frase: «No es lo que tengo, es lo que soy». Ojalá la hiciéramos nuestra... Sé que no es fácil en clases con ratios grandes, y muchas veces con desconocimiento de varios aspectos. Pero si miras a la persona antes que al alumno, aunque no tengas recursos, ni formación específica, si le miras de verdad, desde el corazón, lo que sí podrás es acompañarle en el momento de vida que esté. Creo que esa es la manera de que se sienta visto, escuchado y por consiguiente querido, teniendo en cuenta que eso es extensivo a sus respectivas familias.

No es fácil, y conlleva un desgaste personal muchas veces ignorado. Por ello el rincón de la calma, creo que debería existir para cualquier persona, y de no existir físicamente, sí deberíamos conseguir tenerlo en nuestro interior.

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