Cacos ocurrentes

Hay ladrones tan ocurrentes cuando son pillados in fraganti que, si no fuera por la naturaleza de sus actos y el daño que infligen a otras personas, hasta pueden despertar cierta simpatía. Hace unos años, cuando trabajaba en un periódico de Venezuela, fui testigo de la detención de un hombre que acababa de sustraer una moto.

Su acción no ofrecía duda: los agentes le vieron romper el candado y montarse a toda prisa en el vehículo. «Señor agente, yo no quería robar la moto. Es que he quedado con mi mujer y mi hijo y no tengo con qué moverme para llegar a tiempo. Y no sabe usted cómo es mi doña. Si llego tarde me matará», dijo el caco. Pero topó con un policía insensible y se lo llevó esposado.

Tampoco se libró de la multa aquella mujer que fue parada por exceso de velocidad y puso como excusa que tenía el viento a favor, y eso la hacía ir más deprisa. También acabó en los calabozos una estudiante pillada cuando robaba un ordenador portátil y un móvil en una tienda.

Los agentes no creyeron su versión de que se trataba de un trabajo de clase sobre la cleptomanía y tenía que hacer prácticas. Me he acordado de estos casos al leer que la Policía Local de Sevilla interceptó el martes un vehículo 4x4 en el que tres hombres transportaban una tonelada de naranjas que, según manifestaron, habían cogido en un campo de la provincia de Huelva «para consumo propio». Sí, también fueron detenidos, aunque imagino que no les faltará vitamina C. En fin, cosas y casos de cacos...

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