Echarse la siesta en el restaurante

¿Quién no ha pensado en poder echarse una siesta o al menos cerrar los ojos y descansar tras una buena comida en un restaurante y quedarse traspuesto sin pudor durante unos minutos sin que nadie le juzgue ni le mire mal? Sí, se trata de un placer –«una necesidad», dice un amigo mío– casi tan grande como el de la propia comida. Así parece haberlo entendido un restaurante de Barcelona, que ha habilitado, junto a las sillas y mesas, un espacio con unas íntimas literas que ofrecen además alguna comodidad extra (los necesarios enchufes, una lamparita...). Y si un comensal se decide, tras disfrutar de un roll de marisco, el plato estrella de la casa (entre 8 y 12 euros), se le ofrece la posibilidad de una hora de descanso en uno de estos cubículos acolchados y de uso estrictamente individual. «No es compartible, bajo ningún concepto», explica el encargado de este curioso local. La idea ha cuajado entre los turistas: «Cuando uno lleva todo el día caminando por Barcelona, llega aquí con hambre, quiere comer algo, pero además puede descansar una hora, lo agradece mucho». Pero su clientela se basa en trabajadores de oficinas cercanas, sobre todo, los que viven fuera de Barcelona y han de madrugar para ir a la oficina, que comen en el restaurante y luego, antes de retomar la jornada, se echan un rato para desconectar. Pues sí. Todo un lujo ese invento tan nuestro de la siesta.

Temas: