Lo viejo es lo moderno

Este fin de semana, de camino hacia el País Vasco, paramos a comer en un restaurante aragonés regentado por unas jóvenes donde, además de una excelente comida casera, disfrutamos de la música –unas rancheras, concretamente– que emitía un viejo tocadiscos, uno de esos artilugios con forma de maletín en los que la tapa hace las funciones de altavoz.

Me hizo ilusión ver que aquella reliquia aún funcionaba porque en casa de mis padres siempre ha habido un aparato igual, en el que escuché mis primeros discos de vinilo. Luego, ya en el pueblo, me sorprendió ver a la hija de un amigo –tiene 20 años y estudia Arquitectura– haciéndonos fotos con una cámara con aspecto retro –ahora se dice vintage–.

Tanto, que incluso iba con carrete, y la chica disfrutaba sacando fotos sin conocer el resultado de forma inmediata. Como sucedía antes, pues.

Y no crean que era una friki; el propietario de la tienda de fotos me corroboró que muchos jóvenes estaban adquiriendo máquinas analógicas, hasta el punto de que se le han agotado en varias ocasiones las cámaras desechables.

«Ahora el problema que hay en el mundo analógico es que Kodak no llega a fabricar todos los carretes que se demandan», me dice. Y yo me voy con una sonrisa. Me encanta eso de que en esta época de la inmediatez vuelva a haber un interés por esa fotografía en la que tienes que tomarte tu tiempo para mirar, para seleccionar, pues tienes 24 o 36 fotos y las tienes que elegir bien.

Sí, al parecer el pasado está de moda.

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