Pobreza laboral

Hoy, primero de mayo, se celebra en todo el mundo el Día de los Trabajadores, una fecha que, a pesar de que actualmente es más festiva que cualquier otra cosa –no había más que ver cómo estaban las carreteras el viernes para disfrutar del puente–, nació con un fuerte carácter reivindicativo como homenaje a aquellos sindicalistas de Chicago que lucharon por la jornada laboral de ocho horas –«ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso», era una de sus máximas–. Es mucho lo que ha llovido desde entonces, y son también muchas las reivindicaciones de los trabajadores que siguen vigentes. Sobre todo en unos tiempos en que la crisis económica que derivó de la sanitaria y luego la guerra han provocado una inflación galopante que ha causado una importante merma en el poder adquisitivo de los ciudadanos, que ha venido a sumarse a la enorme precariedad que ya sufrían muchos empleados. En este sentido, aunque sobran los motivos para la reivindicación, uno de los más acuciantes es el de la pobreza laboral, ese problema que afecta a 351.000 trabajadores de nuestra próspera Catalunya –según CCOO– y que representa una de las más crueles realidades de nuestro tiempo y, al mismo tiempo, un nada despreciable riesgo social. Porque si un trabajo estable a jornada completa ya no es que no dé para permitirse un pequeño lujo de vez en cuando, sino que no alcanza para mantener a una familia y llegar a fin de mes, ¿qué nos queda?

Temas: