La niña

Siendo la fiesta de la Inmaculada quizá podemos prescindir por un día de personajes conocidos y poner el foco en una niña que corretea por los pasillos de la parroquia que frecuento. A los cuatro o cinco años los pequeños corren más que andan, y su presencia habla del valor de la inocencia que los hace tan atractivos.

La niña, entrenada en la devoción mariana, al pasar frente a una imagen acerca sus dedos a los labios y lanza su beso a las alturas. Si un feligrés piensa que sus pasos le distraen, oye en su interior aquella corrección de Jesús: «Dejad que los niños vengan a mí».

La pequeña, que con sus hermanos contribuye a rebajar la media de edad de los parroquianos, nos dice en su homilía silenciosa: la felicidad está en las pequeñas cosas de cada día.

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