Poesía de Enrique Villagrasa

Aproveché las fiestas para despegarme de la inmediatez y viajar a la poesía eterna, la que encierra el espacio-tiempo en un lugar que parece realidad inventada, al pueblo al que se vuelve con añoranza porque uno nunca acaba de irse.

Tal es el caso del periodista y escritor Enrique Villagrasa cuando recuerda en Arpegios y mudanzas los paisajes de su Burbáguena natal, pueblo turolense que sestea a orillas del Jiloca «que camina lento».

El poeta lucha en Tarragona: «mis manos ensangrentadas / de tinta azul y negra, / y a mis pies ella, / la poesía humilde». Pero no pierde la referencia ni del cementerio de su aldea, con «la puerta siempre abierta. La muerte también sabe esperar. Y cuando yo venga esta casa, no llegaré como extranjero».

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