Santa Tecla la Vella

Era una joya a la vista y a la vez escondida. Eso pensé el domingo al atravesar la puerta, tantos años cerrada, del jardín de Santa Tecla la Vella. En la misma entrada, la amable acogida de Joaquím Galià Romaní me hizo presentir la fortuna de contemplar un tesoro del arte funerario medieval en lo que fue antiguo cementerio catedralicio.

Durante seis décadas los tarraconenses no tuvieron la oportunidad que se ofrece ahora, y particularmente en este mes de marzo de puertas abiertas, de ver sarcófagos, cruces, escudos y lápidas que han sobrevivido a los siglos desde la primitiva cristiandad.

El Arzobispado, las instituciones que han ayudado y en particular Andreu Muñoz, merecen la gratitud por la recuperación de este espacio ciudadano tan conmovedor.

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