Camisa blanca

El denominado ticket progresista Pedro Sánchez-Yolanda Díaz sale claramente ganador del pulso de la moción de censura de la semana pasada. Hay quienes sostienen que ha beneficiado sobre todo a la vicepresidenta segunda, que ha sabido rentabilizar su espacio en un momento en el que se va a lanzar a la pista de baile.

Pero, probablemente, los éxitos serán repartidos con el presidente del Gobierno en un momento, además, en el que su protagonismo como líder internacional en su visita a China va a crecer enteros de forma considerable. Una cosa es lo que se hace en política y otra lo que se percibe.

En todo caso, es el eje de la ‘coalición progresista’ entre PSOE y Unidas Podemos el que saca los mayores réditos de la operación. Porque Vox se ha pegado un tiro en el pie de consecuencias catastróficas para su viabilidad como formación que pretende resultar hegemónica o, al menos, condicionar toda la agenda del espacio liberal-conservador desde el ultranacionalismo populista más casposo.

Ramón Tamames, el referente de la Transición del Partido Comunista de España, simbolizaba la evolución camaleónica de aquella izquierda antifranquista reconvertida al nacionalismo español y que ha comprado de forma evidente el marco cultural de la guerra ideológica de la ultraderecha. La apuesta del populismo ha pinchado clamorosamente.

Pablo Iglesias debería calcular bien los movimientos antes de lanzar toda su artillería contra Yolanda Díaz. Porque la moción ha proyectado un duelo entre dos imágenes: la España rancia y antigua de Vox y la reformista de la coalición de gobierno mientras el PP ha preferido situarse en un territorio de nadie.

Y le va a resultar muy difícil romper ese terreno de juego, con sus iconos y sus no de iconos y metáforas. Tamames ha encarnado un producto desfasado frente a un Ejecutivo de Sánchez que ha recuperado margen de maniobra a pesar de la cacofonía de sus diferencias internas, del incremento de la inflación y del desgaste que se arrastra de los últimos tiempos.

Ese ha sido el mayor error de Vox, no percatarse de la velocidad de los cambios sociales y culturales en España. Se han quedado con un fotograma de la historia atascado, con el reloj parado, y eso refleja un problema de falta de conexión con el principio de realidad social que también proyecta algunas incógnitas sobre la hoja de ruta del PP para recuperar el poder. Al menos, si decide ponerse de perfil en este duelo de camisas.

Uno de los mayores problemas que pretendía desactivar Vox era su encapsulamiento en la burbuja de la tradición ideológica reaccionaria. Es su ‘guerra cultural’. Por eso querían utilizar a Tamames. Y han perdido la partida.

El exdirigente del PCE pretendía apropiarse por la puerta de atrás de esa bandera de la ‘reconciliación’ con un extravagante revisionismo ideológico. Intento fallido.

No está claro el efecto real que puede tener esta operación fallida en el centroderecha.

De entrada, puede complicar la posibilidad de una entente. Lo que va a estar en juego en los próximos meses es la dicotomía entre dos posibles ententes: el eje PSOE-Unidas Podemos-Sumar. O la suma PP- Vox. No hay otro modelo.

Segunda conclusión: la izquierda tiene posibilidades de jugar y ganar el partido, a pesar de las dificultades. Eso sí, necesita apaciguar el debate sobre la recomposición del espacio a la izquierda del PSOE mediante un acuerdo entre el proyecto ‘Sumar’.

La presentación de Yolanda Díaz el próximo domingo, 2 de abril, como candidata, sin esperar al resultado de unas primarias internas, revela un fuerte pulso interno que puede tener consecuencias devastadoras para que los progresistas conserven el poder.

Como telón de fondo, la amenaza del ruido conservador frena las expectativas de una discusión más serena sobre el futuro modelo territorial de España en la próxima legislatura, que es la propuesta que quieren plantear los aliados a Sánchez para el supuesto de que necesite su concurso.

Pero sin el apoyo del PP cualquier reforma estructural es inviable.

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