de la ONU

En mi columna anterior me refería a que el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, llegaba tarde a una posible mediación, entre Rusia y Ucrania, para conseguir un alto el fuego, transcurridas nueve semanas, después de su aparente inacción, desde el inicio de la invasión rusa. Únicamente el secretario general había implorado a Vladimir Putin no invadir Ucrania, exhortándole a retirar sus tropas, denunciando una violación de la Carta de las Naciones Unidas, pues el artículo 2, prohíbe el empleo de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de un Estado. El viaje de Guterres ha empezado su periplo en Estambul, para viajar luego a Moscú y después a Kiev. Mientras tanto el presidente ucraniano ha declarado «es un error visitar Rusia antes y Ucrania después». ¿Por qué hacerlo? ¿Para enviarme un mensaje de Rusia? Quizá Vladimir Putin pedirá a Guterres tropas para el mantenimiento de la paz.

Pues bien, el controvertido derecho de veto del Consejo de Seguridad de la ONU, se encuentra actualmente bajo presión y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido, deberán justificar, a partir de ahora, sus rechazos, según una reciente y sorprendente decisión de la Asamblea General. En efecto, la Asamblea General de la ONU, acaba de adoptar, sorprendentemente por unanimidad, una resolución obligando a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad a justificar su recurso al veto. En mi opinión, se trata de una reforma rara, originada por la guerra entre Rusia y Ucrania, que ha estado corroborada por un aplauso general.

Apuntando directamente a Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido, únicos estados poseedores del derecho al veto, la medida ha estado propuesta por el Principado de Liechtenstein, pequeño miembro de la ONU, caracterizado por su neutralidad, con el objetivo de hacer pagar un precio político muy elevado, cuando los miembros permanentes hagan uso del veto, según declaraciones formuladas por un destacado embajador de un estado miembro, que ha solicitado mantenerse en el anonimato.

Ante esta sorprendente medida, cabe preguntarse sobre si tal reforma, propuesta por el Principado de Liechtenstein, ¿conseguirá que los cinco Estados miembros permanentes del Consejo de Seguridad, utilicen menos el derecho de veto, previsto en la Carta de las Naciones Unidas? o ¿Constituirá un efecto incentivador para provocar, a sabiendas, ir mucho más lejos contra los textos que resulten inaceptables?

Es muy difícil responder actualmente a estas cuestiones. Sin duda alguna, el próximo futuro nos dará la respuesta a ambas preguntas.

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