La AP-7,¿una autopista?

Reducir la velocidad es la única fórmula que en el Servei Català de Trànsit ven como solución a corto plazo a los problemas en la AP-7. Si hace unos meses sus responsables trasladaron al Ministerio de Transportes (que es el titular de la vía), la propuesta de rebajar la velocidad máxima de 120 a 110 kilómetros por hora, ahora su petición es que en los diez tramos más conflictivos, cinco de ellos en nuestras comarcas, el límite baje a a 100 km/h. Cada día que pasa la AP-7 se parece menos a una autopista y más a una vía colapsada, peligrosa y caótica.

Todo ello por la falta de previsión de la administración, que sabía que las concesiones acababan en 2020 y 2021, por el retraso inadmisible en el desarrollo del Corredor del Mediterrani y la conexión ferroviaria con ancho internacional con el centro de Europa (que nos permitiría reducir la circulación de los más de 100.000 vehículos pesados que cruzan cada día la frontera a través de la autopista) y por la insuficiente apuesta para reforzar los servicios de Regionales y Cercanías actuales, poco fiables y que en muchos casos tardan lo mismo o más que hace veinte años.

Es cierto que, por fin el Gobierno, ha anunciado un cuarto carril entre El Vendrell y El Papiol y un tercero entre L’Hospitalet de l’Infant y Amposta. Para cuando se hagan realidad igual ya nadie se acuerda de que la AP-7 es una vía rápida.

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