Prejuicios de inventario

Los robinsones tienen que alimentarse de la pesca, que siempre es variable

Después del rendimiento económico de Atenas habrá que evaluar la crisis para ver a cuánto nos ha salido a cada uno de nosotros, incluidos los que no tiene nada que perder y a los que nadie arrienda las ganancias. El drama griego no tiene nada que envidiarle a Sófocles, ni a Eurípides, donde los únicos que no lloraban eran los acomodadores. La diferencia, entre otras cosas, es su duración. El corralito se prolongará al menos dos meses más, pero si se alcanza un acuerdo, para lo que habrá que empinarse mucho, los bancos sólo podrían abrir sus puertas a condición de mantener el control de capitales. Los atracadores están de vacaciones, ya que robar cualquier recinto donde se custodie el dinero que no sea de los armadores puede suponer un chasco. No queda nada ni del debe, ni del haber, porque no hay. La troika sigue y las privatizaciones se mantienen. ¿Qué puede hacer Tsipras cuando su país está que arde? Únicamente huir de las llamas y reconocer que el sistema de jubilaciones es insostenible, especialmente para los que no han trabajado nunca.

A la última propuesta de Atenas le seguirán otras, pero ya estamos algo fatigados todos de tan larga agonía. Ni se muere padre ni comemos, pero estamos pendientes de nuestros hermanos. Mientras, Alemania y el Eurogrupo siguen exhibiendo su desconfianza en Atenas. Por muchas razones que tengan para recelar, vivir es convivir. Los robinsones tienen que alimentarse de la pesca, que siempre es variable, y los pescadores no suelen formar parte de los consejos de administración de las grandes navieras. Los que han hecho números saben que cantan, pero cada vez desafinan más, y creen que Grecia necesitará, como poco, 2.000 millones al mes hasta el año 2018. ¡Cuán largo se lo fía la Comisión Europea!, que nunca ha sido de fiar, pero ahora además no le fía a nadie y pretende cobrarle al contado hasta a Pitágoras, por si hace trampas.

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