Toma asiento

Rita Barberá, que dice que lo que se da no se quita, se aferra a su escaño

Por muy cómodo que sea el poder, que dicen que lo es, nadie quiere ausentarse de él y dejar vacíos los sillones de «ignominioso cuero, fregados y pulidos por la saliva aduladora». Influir en el destino de los contemporáneos siempre ha sido una pasión de los que se han creído jefes de la manada, ya sea por su sangre hereditaria o por la que ayudaron a verter. Las tribus humanas necesitan jefes todavía porque está lejano, a pesar de la democracia, que sepamos equivocarnos aritméticamente. Reduciendo las cosas a nuestra escala nacional, que es bastante reducida, es curioso observar el pulso entre Rajoy y Rita Barberá, que dice que lo que se da no se quita y se aferra a su escaño. Quienes creemos en los alcaldes, desde el de Zalamea al de Móstoles, y aún desde antes, no podemos evitar una cierta simpatía contracorriente por la que llevaba 40 años de militancia en su mismo partido y alcaldesa de Valencia más de 20. Sabíamos que era un animal político, pero han tardado en darse cuenta de que era un bicho malo según sus votantes. Ha tenido que darse de baja en el PP, pero sigue en el Senado para mantener el aforamiento en la causa por presunto delito de blanqueo. Siempre nos caen mejor los abogados defensores que lo fiscales, porque no acabamos de entender que sean los mismos y la cosa vaya por turnos. ¿Qué deberá hace esta señora para alejar sus opulentas posaderas?, ¿dejar el Senado o ponerse a régimen?, ¿abandonar sus convicciones para continuar en el mismo partido o renunciar a su partido para que no la abandonen sus convicciones? Cuando todo es confusión en la sombría sala donde se proyecta la película nacional a quienes añoramos es a los acomodadores.

El más perjudicado en la trifulca es el que precisamente está más habituado a superarlas o darlas por superadas, que no es otro que Mariano Rajoy, que seguirá invicto hasta que no le derroten. ‘El ‘caso Taula’ no es el masivo blanqueo de capitales. Lo que insinúo es que esta mujer no es la culpable de todo. España y yo somos así, señora.

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