Permanecer o trasladarse a causa de las condiciones
La calle del Roser es una vía con mucha historia que sigue perdiendo atractivo y actividad comercial por problemas estructurales, falta de movimiento social y cierta desconexión

Como epicentro del crecimiento urbano de Reus, la calle del Roser vio emergir a su alrededor viviendas para el proletariado sin perder su punto de residencia para la burguesía comercial. Antes del siglo XIX, destacan los documentos de la época cómo se fue construyendo hasta enlazar con el camino que llevaba a la Ermita del Roser, ubicación actual del cementerio. También, llegó a tener un puente permitía cruzar la Riera de Miró. Progresivamente, después, fue sufriendo cambios: las casas unifamiliares se convirtieron en bloques de pisos, con una composición unitaria de viviendas.
Actualmente, esta extensa calle mantiene una apariencia más bien austera y presenta una baja actividad comercial. Es más, sus diferentes tramos -desde la plaza Catalunya a la carretera de Montblanc- representan dos caras de una misma moneda: las condiciones estructurales permiten que algunos negocios se mantengan por tradición, mientras obliga a otros a cesar su rutina allí y buscar una nueva localización más atractiva.
Mantenerse por tradición
«El bar lleva aquí muchísimos años, aproximadamente unos 40, y hemos visto el antes y después de la calle, la evolución que ha tenido respecto a la ciudad», cuenta Inés Gómez, camarera del Mesón del Roser. Y, precisamente por su consolidación, pueden seguir levantando la persiana cada día. «No nos podemos quejar de trabajo, tenemos una clientela bastante amplia y fidelizada», añade.
Aunque las condiciones de la vía no son las mejores, se trata del único bar en ese tramo de la calle del Roser -el más próximo al centro- y la gente viene de fuera, expresamente, para disfrutar de su comida tradicional y casera.
Gómez señala que la única queja del cliente es la dificultad para aparcar en la zona y, también, valora que la peatonalización de la calle podría beneficiarles, ya que «el boca a boca hace mucho y si la gente pasase por aquí nos verían más», plantea. A su vez, la trabajadora del Mesón del Roser señala sorprendida que «han venido muchos negocios (inmobiliarias, vestidos de novia, centros de estética...) que han abierto y cerrado, no han aguantado ni un año».
Ellos siguen allí y sus típicos desayunos de tenedor también. Al final, la gente agradece la confianza y el trato individualizado que la experiencia les permite ofrecer.
Buscar una opción mejor
El ‘abandono’ obligado de la calle del Roser no ha afectado solo a los comercios en los últimos años, entidades como la Colla Gegantera de Reus tuvieron que buscar un nuevo local. «No había otra opción: había un defecto estructural y las vigas estaban en muy mal estado», afirma su presidenta, Àstrid Martín.
La agrupación no es propietaria de los Gegants y la Mulassa, «son los padres adoptivos, los portadores, y el Ayuntamiento es su dueño», describe Martín. Así, tras haber pasado por distintas ubicaciones para ensayar y reunirse, acabaron en esta calle. Cuenta que era un local muy antiguo y lo tuvieron que reconstruir, pero las obras no fueron suficientes y, aunque les gustaba mucho, «no era cómodo estar allí», lamenta.
El cielo se iluminó para la Colla Gegantera cuando el Centre d’Amics de Reus les abrió sus puertas y pudieron trasladarse de la calle del Roser y mejorar sus condiciones. El cambio de localización, además, les ha supuesto un gran beneficio social y un dinamismo mutuo de ambas entidades. Eso sí, Àstrid Martín evidencia que, aunque la del Roser era una zona sin vida de barrio, «en general las actividades siempre se hacen de puertas para adentro y en los mismos sitios».
Sin embargo, ellos, como portadores de algunos de los elementos más queridos y respetados del Seguici Festiu, viven el ‘callejero’ reusense desde dentro, con intensidad y sobre todo mucha disciplina. «Estamos representando una ciudad y damos una imagen de solemnidad», apunta orgullosa como presidenta y miembro de la Colla desde hace 25 años.
Más allá de su punto de encuentro, la entidad pretende seguir expandiendo esa cultura propia por toda la ciudad: desde la escuela y hasta los barrios de las afueras.