Crece en Tarragona el interés por decidir cómo vivir el final de la vida
Desde el año pasado el Documento de Voluntades Anticipadas se puede registrar en centros sanitarios. En Tarragona crecieron un 51% el año pasado
Reportaje
Las conversaciones sobre el final de la vida son de aquellas que suelen quedarse pendientes debajo de una capa de miedos e incertezas; charlas de esas que nadie se atreve a comenzar y que quien escucha espera evadir.
Lo que todavía pocos ciudadanos saben es que médicos y enfermeras pueden ser aliados clave a la hora de abordar esa charla y de dejar instrucciones sobre el tipo de atención sanitaria que se quiere recibir, o no, en caso de haber perdido la capacidad de decidir o de comunicarse.
Dichas instrucciones se pueden hacer constar en un Documento de Voluntades Anticipadas (DVA), y desde abril del año pasado se puede registrar en los centros sanitarios y sociosanitarios (además de ante notario o ante testigos, como se hacía hasta ahora). Esta circunstancia ha hecho, por ejemplo, que en la ciudad de Tarragona, el año pasado, 425 personas registraran un documento de estas características (fueron un 51 % más que el año anterior).
Echar una mano desde el CAP
Ángela Sancho y Rosa Margarit son médica y enfermera con una larga trayectoria en el CAP Muralles de Tarragona, y son referentes para los pacientes que quieren registrar un DVA, aunque —reconocen— es una situación que todavía se da en muy contadas ocasiones.
Ambas coinciden en que la mayoría de personas que acude con la idea de registrar el documento lo hace con las ideas bastante claras y se ha informado previamente. Con todo, desde el centro, cuando alguien consulta al respecto, ya hay un protocolo para ofrecerles información previa a la cita con ellas.
Cuenta Margarit que, de momento, quienes acuden son mayoritariamente personas mayores. En Catalunya, en torno al 80 % tiene más de 60 años. Además, es más común que piensen en dejar estas instrucciones las mujeres (63,5 %) que los hombres (36,4 %). Es habitual que acudan personas que han vivido una situación en la que han visto fallecer a una persona cercana.
Pero, ¿qué se puede incluir o no en un DVA? Lo cierto es que, pese a lo que podría pensarse, no hace falta redactar un documento desde cero (aunque también es posible hacerlo), sino que hay un modelo que sirve de guía.
El ejercicio de pensar
Una de las primeras cosas que se debe saber, explican las sanitarias, es que el documento se puede modificar o dejar sin efecto en cualquier momento. En el mismo se puede, además, nombrar a una persona que ejerza de representante, por si quien firma no puede expresar su voluntad.
Haciendo el ejercicio de rellenar el modelo, es fácil ver que no hace falta tener conocimientos detallados de las situaciones a las que nos podemos enfrentar al final de la vida para completarlo.
En cuanto a las instrucciones, se puede pedir, por ejemplo:
«No prolongar inútilmente de manera artificial mi vida, mediante técnicas de apoyo vital —ventilación mecánica, diálisis, reanimación cardiopulmonar, fluidos intravenosos, fármacos o alimentación artificial— y retirarlas si ya se me han empezado a aplicar y solo sirven para mantener una supervivencia biológica sin sentido.»
También se puede pedir permanecer en casa en el último tramo de la vida o estar acompañado por las personas más próximas, por ejemplo.
Junto con el documento, se pueden dar también instrucciones sobre lo que hacer con el cuerpo al morir, como donar los órganos para trasplantes, la investigación o la docencia.
En este sentido, Sancho explica que ha estado en situaciones con personas que han visto fallecer a familiares en circunstancias traumáticas y sorpresivas, a quienes, en medio del impacto, les cuesta tomar la decisión de donar. En ese sentido, contar con un DVA puede ayudar a las personas cercanas a tomar decisiones.
La clave está, señala Margarit, no solo en registrar el documento, sino en consensuarlo con la familia y las personas cercanas para que conozcan su contenido.
En el documento también se pueden incluir indicaciones sobre la eutanasia. Allí se explican las circunstancias en las que cada persona siente que está ante un «sufrimiento insoportable e intolerable».
Una vez se registra el documento, este es visible —con un pequeño símbolo— en la historia clínica del paciente. La información se comparte en todo el Estado español. Si se hace en el CAP, basta con ser mayor de 18 años y estar en plena consciencia para firmarlo.
Es, además de una expresión de libertad, una fórmula —señalan las sanitarias— que da tranquilidad a las personas que sobreviven.