Los jóvenes, obligados a compartir piso

Un 37% de los jóvenes catalanes emancipados en alquiler comparten la vivienda con personas sin relación de parentesco, una cifra tres puntos por encima de la media española

Si un joven quiere emanciparse yendo a vivir solo lo tiene complicado. Ya no hablamos de hacerlo en propiedad, que es prácticamente impensable, sino de hacerlo de alquiler. Basta con entrar en cualquier portal de anuncios para ver que la oferta en Tarragona ciudad no baja de los 600 o 700 euros. El precio del metro cuadrado, según Idealista, está a 9,1 euros, el más alto desde que la plataforma tiene registros a nivel de municipios (2010) y la media en el conjunto de la provincia es de 8,7 euros el metro cuadrado, la cifra más cara desde agosto de 2008.

Un coste muy elevado, que en la mayoría de casos supone destinar gran parte de los ingresos mensuales. Por ello, un 37% de los jóvenes catalanes de entre 16 y 34 años se ven obligados a compartir piso con otras personas que no son ni pareja ni familia para poder emanciparse, unos números tres puntos por encima de la media española. Son datos del Observatorio de Emancipación del segundo semestre de 2021 del Consejo de la Juventud de España que, asimismo, sitúan en tan solo un 15,6% la población joven española que a finales del año pasado estaba independizada. Una cifra que en Catalunya subía al 18,1%, respecto al 22,6% de jóvenes emancipados antes de la pandemia.

Cabe destacar también que el mismo observatorio señala que «la única opción económicamente viable es compartir un piso de alquiler en las provincias de Lleida y Tarragona, pues todas las demás alternativas que ofrece el mercado libre suponen tener que reservar más del 30% del salario neto que gana una persona joven».

Un 30% del sueldo a la vivienda

Vivir en la provincia puede ser más viable que en otras zonas de Catalunya, pero ya hemos visto que en Tarragona ciudad los precios son más altos. Y esto se ve en el ejemplo de Marta Fàbregas, una tarraconense que comparte piso con dos amigos en la Part Alta de la ciudad. Actualmente trabaja a jornada completa en la Lear Corporation de Valls, y destina entre un 30 y un 35% del sueldo a la vivienda. «Unos 280 euros van al alquiler, a los que hay que sumar 10 euros para Internet, y 60 para el agua, la luz, el gas, más la comida, que me cuesta 75 euros al mes de media, más o menos», reconoce la joven.

Fàbregas cuenta que en el momento que se planteó independizarse no quería hacerlo sola, por un lado porque en ese momento trabajaba a media jornada, con lo que era totalmente inviable –tendría que haber destinado un 80% de su sueldo–, y por otro lado porque prefería compartir piso con gente de confianza. «Ahora que llevo casi un año compartiendo vivienda he de decir que me gusta mucho la convivencia y estoy a gusto, aunque no descarto, en un futuro, ir a vivir sola», señala la chica. No obstante, asegura que viendo las ofertas por Internet ha encontrado precios muy altos: «Pisos de una sola habitación por 600 y 800 euros, y eso sin contar los gastos», lamenta Fàbregas, que si diera el paso y siguiera emancipada sin compartir piso «me gustaría no destinar más de un 40% de mi sueldo, aunque hoy en día es pedir un milagro».

En definitiva, Fàbregas reconoce que «aunque ahora esté en jornada completa y pueda plantearme ir a vivir sola, los precios actuales de alquiler en el mercado hacen que me sienta obligada a seguir compartiendo piso si quiero seguir emancipada». Finalmente, lamenta que «ha habido un aumento drástico de los precios del alquiler y además el encarecimiento de la luz y el gas todavía hacen que independizarse sea económicamente más difícil», y denuncia también que el mercado laboral no ayuda: «Soy de las pocas personas del grupo de amigos que ha encontrado trabajo y de lo que he estudiado, y los sueldos no son muy buenos».

De lo mismo se queja Jordi Poyato, vecino de Tarragona de 29 años que desde hace un año vive con su pareja, pero que hasta entonces compartió piso con un amigo. «Ya había compartido piso con colegas en Madrid, y al volver estuve dos o tres años con mis padres. Había ahorrado para independizarme, pero no tanto como para hacerlo solo», recuerda Poyato. Cuando encontró el amigo con el que dar el paso, empezaron a buscar piso por la ciudad de Tarragona: «Encontrábamos pisos de 700 euros o más, hasta que encontramos uno por 750 en la Arrabassada, de una sola habitación, pero que los propietarios nos permitieron adaptar convirtiendo el vestidor en un segundo dormitorio».

El joven calcula que en esa época, que cobraba del paro, hubiera tenido que destinar alrededor del 75% si hubiera ido a vivir solo, «era inviable», mientras que ahora, a medias con su novia, los gastos de la vivienda le suponen el 40% del sueldo de profesor. «Para los jóvenes la situación es complicada, no tenemos ni capacidad económica ni estabilidad laboral para iniciar un proyecto de vida», concluye Poyato, que remarca que «parece que nos obliguen a compartir piso y nos ponen muy difícil la posibilidad de que nos independicemos».