Hombres en lucha por la igualdad

Asumen la mayor parte de labores del hogar, batallan en los juzgados contra los delitos sexuales o trasladan al arte sus reivindicaciones igualitarias. Son hombres en la carrera feminista

Hèctor Cabré es abogado especialista en violencia sexual y de género

Antonio Balladares se encuentra en el paro, al mando de las tareas domésticas

Joan Maria Gual, director de teatro, ha llevado la igualdad a su vida y a su obra

David Ripoll y su pareja alternan sus prestaciones de cuidado de su hija

Tarragona se prepara para salir un año más a la calle por el Día Internacional de la Mujer, que se celebra mañana pero que se expande durante varias jornadas con multitud de actos por toda la provincia. El evento será de nuevo un llamamiento contra el machismo y por la igualdad. Y, como interpelación a toda la sociedad, también los hombres que, de un modo u otro han ejercido una cierta militancia, alzan la voz. Lo hacen modestamente, sin darse importancia y normalizando. Algunos se hacen cargo del cuidado de los hijos y de las tareas domésticas con naturalidad; otros defienden a las mujeres en los juzgados en la lacra de la violencia; y otros aplican ese ideario en su esfera profesional, ya sea a la hora de programar un cartel de un festival de teatro o de procurar una presencia igualitaria en un determinado evento. Esta lucha es transversal y también es cosa de ellos.

«Me puse al servicio de las víctimas cuando vi todo su sufrimiento»

El turno de oficio le encaminó hacia casos de violencia de género y delitos sexuales de los que ha acabado haciendo una especialidad. «Vas entrando en contacto con víctimas de maltrato. Te van llegando temas para ser acusación particular y defender a la víctima», explica Hèctor Cabré, abogado del despacho tarraconense RV20. Su perfil de terapeuta fue una baza para empatizar y desarrollar mejor su labor de letrado. «Acabas teniendo una visión más humana de la condición de víctima», explica.

Hèctor, en tanto que hombre, tuvo que ir derribando algunas barreras, ganándose la confianza de la mujer maltratada, para hacerla sentirse arropada y acompañada. «No sé si fue algo vocacional, pero lo que me hizo ponerme al servicio de la víctima fue el sufrimiento de la mujer, en este modelo social de patriarcado tan bestia, con su forma de oprimir y aplastar», cuenta Cabré.

El jurista ha sido testigo del dolor. «He podido ver cómo, sobre todo en delitos sexuales, hay un efecto devastador y un trauma de por vida». También se da un padecimiento inherente al proceso. «Hay un sufrimiento a lo largo del procedimiento judicial, que es lo que se llama victimización secundaria, con las declaraciones... Vas viendo una víctima tras otra, y una trascendencia muy grande de lo que les ha sucedido. Sobre todo, te das cuenta del ambiente de permisividad que había antes, ahora cada vez menos», cuenta. Hasta tal punto llegó este activismo profesional que tomó una decisión: «Llegó un momento a partir del cual no quise defender a hombres en delitos contra la libertad sexual, salvo algunas excepciones».

Cabré ha asistido, en más de dos décadas de oficio, a notorios avances: «La justicia ha mejorado mucho, en atención psicológica a la víctima, en el hecho de poder estar atendidas por una psicóloga durante el juicio, en el acompañamiento en general». El abogado admite que «en violencia de género tenemos juzgados especializados y sincronización con la policía». También describe progresos en la jurisprudencia: «Con la declaración de la víctima hay suficiente para condenar a alguien».

Antonio Balladares, en su domicilio. Foto: Ángel Ullate

«En el entorno, siempre hay gente a la que le cuesta entenderlo»

Antonio Balladares tiene 46 años. Chileno de nacimiento, se muestra orgulloso de la educación que recibió: «Para mí, siempre ha sido algo normal el hecho de encargarme de las tareas domésticas por cómo se me educó; me enseñaron desde pequeño a cocinar, a planchar... A no tener que depender de nadie».

Actualmente, se encuentra sin trabajo y se encarga de los quehaceres del hogar: «Por suerte, mi pareja tiene una ocupación estable y, por lo tanto, yo me encargo de las cosas de casa a la vez que busco trabajo; es lo mínimo que podría hacer».

«Cuando he estado empleado, los dos nos hemos encargado de las labores del hogar; no debería ser nada destacado que estas cosas se den, tendría que ser absolutamente normal».

Balladares se embarcó en 2006 para formar parte del equipo de personal de diversos cruceros. En los años que pasó a bordo, trabajó como camarero: «Allí, me encontraba ‘solo’, como si dijéramos, por lo tanto, siempre he estado acostumbrado a vivir por mí mismo; de hecho, a los dieciocho años, me fui de casa».

En 2010 conoció a su pareja actual, pero no fue hasta seis años después cuando zarpó su relación. Vino de vacaciones a Tarragona y tomó la decisión de no volver a subirse al barco.

Mientras regularizaba su situación, también se encargaba de todas las tareas domésticas, ya que no podía acceder al mercado laboral.

«Nunca ha sido nada extraño para mí, ella siempre ha trabajado y yo no podía permitirme quedarme sin hacer nada, nunca he querido ser una carga, y me gusta que ella pueda descansar cuando llega del trabajo y que no tenga aún más preocupaciones», remarca.

No obstante, todavía hay parte del entorno que se extraña: «Algunos no lo entienden y hay conocidos que me lo dicen; hay mucho machismo y gente que lo ve fatal, y yo, sinceramente, no comprendo que aún queden personas con este tipo de pensamientos», sostiene.

Joan Maria Gual es gestor cultural y director teatral. Foto: Pere Ferré

«El activismo está en la vida, no en un carné»

Joan Maria Gual (76 años), director de teatro y gestor cultural, huye de etiquetas y de afiliaciones, a pesar de que lleva toda una vida con el ADN de la movilización incorporado. «El activismo social y político, que incluye al feminismo, pero también a ideas progresistas y de izquierdas, ha sido una actitud vital. La militancia está en la propia vida, no en un carné», reconoce. Tanto en el plano personal como en el profesional, Joan Maria, un referente histórico de las artes escénicas en Catalunya, ha dado ejemplo, a veces sin proponérselo. «Al final es una forma de entender el mundo. Durante muchas épocas de la vida me he encargado de hacer la mayor parte de tareas en casa. Desde que mi hijo tenía tres años, me he encargado de él y, de alguna forma, he asumido yo esas responsabilidades».

Ha procurado llevar toda esa filosofía a sus obras, en cierta manera para remover conciencias o para abrir camino. Director de festivales como el Grec, también ha asumido ese rol a la hora, por ejemplo, de programar: «No es que el feminismo lo haya tenido en la cabeza, sino en el estómago, en todo, en la forma de entender la vida, en lo que lees, en lo que creas. Mal iríamos si todo eso no hubiera dejado huella en lo que he hecho. Siempre he procurado aportar elementos transformadores a la sociedad, sin pretensiones pero al menos pensando que estaba contribuyendo con algo».

David Ripoll, en una fotografía de archivo. foto: Cedida

«No es ‘ayudar’, es mi responsabilidad»

Jordi Ripoll tiene 30 años. Él y su mujer llevan once de relación. El pasado 17 de diciembre de 2022, fue padre de su primera hija.

«Mi mujer y yo decidimos solicitar nuestras prestaciones de manera que, a lo largo de un año, al menos uno de los dos pudiera quedarse con la niña, incluyendo vacaciones», explica. «El hecho de que los dos llevemos a cabo las tareas del hogar no es algo que debiera ser noticiable; no es cuestión de ayudar, es que es responsabilidad de los dos y, por lo tanto, nos tenemos que implicar, no concibo otra cosa», argumenta.

«Ella ya hace bastante; se encarga de la lactancia materna y cocina porque le encanta, yo me responsabilizo de lo que haga falta porque me gusta, solo faltaría», añade.

Erróneamente, las tareas del hogar y de cuidado de los hijos se han asignado a las madres. Para Ripoll, hay que superar ese lastre, «pero tampoco es que se deba decir: ‘mira cómo ayuda a su mujer’; no, si has dado el paso de ser padre, es para que sea cosa de dos», destaca.

¿Cómo es su entorno más cercano? «Por suerte, mis amigos tienen la misma relación con sus parejas, es algo que debería ser innegociable» confirma Ripoll. Admite que «los valores que inculcan a cada uno» tienen mucho que ver con los comportamientos que se desarrollan en el futuro.

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