Paseo por ‘geografías’ olvidadas de Tarragona

Scan City Tarraco. Los políticos de Tarragona deberían sonrojarse. La ciudad, desde una perspectiva patrimonial, es una gran casa desordenada llena de trastos, donde hay un jarrón chino, un Monet mal puesto y unos calcetines en la terraza

A las puertas de un nuevo POUM, veo en esta ciudad pocas pronunciaciones públicas de instituciones y ciertos colectivos profesionales variopintos. Son los que hace años buscan un protagonismo impertérrito en el urbanismo de despacho y diapositiva. Su mutismo y su silencio son la receta por excelencia. Es la forma de actuar en esta ciudad. Las cosas acostumbran a suceder entre despachos. Es el «xiuxiueig» de los lagoteros y otras especies que buscan postureo y posicionamiento. Lo que prima son las oportunidades de meterse, de colocarse y de figurar en algunas listas de «expertos» refutados que ayudan a mejorar la ciudad. Les encanta salir en fotografías, y de paso, promocionarse.

Me da pereza. Pero alguien debe asumir el papel de malo y decir que demasiados expertos callan públicamente. Muy poca gente en esta ciudad critica, se retrata, y propone. Casi nadie intenta explicar a la ciudadanía su opinión para no herir políticamente a nadie. Los «silencios» de determinados perfiles profesionales ante la permanente situación de cierre de espacios abiertos patrimoniales, milenarios y que son una geografía fundamental de la ciudad me da simplemente vergüenza. Me refiero a la cantera del Mèdol. Siento verdadera vergüenza ajena de que determinados colectivos que se dedican al intrusismo profesional denominando «intervención arqueológica» a la intervención en la textura de una fachada del XIX en cambio callan como Poncio Pilatos ante el abandono de la pedrera romana del Mèdol. Uno de los mejores espacios históricos de esta ciudad, cerrado cual un almacén lleno de hierbas y maleza.

Es y debería ser motivo de gran reproche político e institucional al Govern de la Generalitat de Catalunya el tener reducido a un puñetero corral a cielo abierto la pedrera romana del Mèdol. Y de paso, al Ayuntamiento de Tarragona por no pronunciarse en contra de decisiones políticas de tal calibre. Es la política del «no me toques». Necrópolis cerrada, Mèdol Cerrado, Savinosa cerrada, Jardines de la Diputació cerrados, La Residencial cerrada. Los políticos de Tarragona deberían sonrojarse por permitir este atentado cultural a la ciudad, al territorio y a la propia historia.

Podría hablarles de otros enclaves, de otros espacios patrimoniales olvidados entre las zarzas y el sotobosque sucio. Pero hoy es la cantera romana del Mèdol. Ver en estado de abandono este magnífico espacio cultural, histórico, social e incluso «metafísico» es el efecto de un gran desprecio a la ciudad y al barrio de La Mora. Probablemente es el más grande desprecio a uno de los mejores enclaves naturales y de producción industrial de piedra capaz de explicar la historia de esta ciudad. Se trata de espacios absolutamente desconectados, ocultos, inaccesibles, aislados, sin uso. La cultura de Tarragona sometida a un maltrato congénito por no sé qué motivo.

No hace falta pensar demasiado para entender que una de las dimensiones de este POUM es y debería ser la aplicación activa de propuestas para revitalizar espacios protegidos mediante ideas efectivas y efectistas. No en vano, la implantación de actividades culturales, lúdicas, de teatro, de restauración entorno a posibles espacios museísticos como la cantera del Mèdol merecen una especial atención. Se me ocurre; solo se me ocurre pensar en esa verdadera maraña de rutas extraordinarias para potenciar este maravilloso espacio natural que va desde el acueducto romano al triángulo del Bosc de la Marquesa, desde Monnars hasta La Mora.

Imagínense una cena y un concierto en el Mèdol. Imaginen unos caminos practicables con árboles, bancos y sillas para observar, caminar y conocer el entorno natural del que les hablo. Imaginen la amalgama cultural entre enclave turístico de ocio e historia. Imaginen y entiendan porque no es así. Es una cosa inaudita.

Hoy, Tarragona, desde una perspectiva patrimonial es una gran casa desordenada llena de trastos donde hay un jarrón chino en una punta, un Monet mal puesto en el pasillo y unos calcetines micénicos en la terraza. Es una casa llena de burócratas que se mueven del salón a la cocina removiendo papeles y haciendo el panóptico. Poco más que eso.