«Sant Magí es de la gente sencilla de Tarragona, de la que va a pie»

La Entrada de L’Aigua de Sant Magí. La ciudad esperaba a los Portants, con sus carros y caballos, con los brazos abiertos, tras dos años sin el acto tradicional

El ermitaño Sant Magí hizo brotar, con su bastón y de manera milagrosa, el agua de las fuentes de la Brufaganya, para calmar así la sed de los soldados que iban a matarle al cabo de un rato. Para mantener viva esta gesta, año tras año, una comitiva de Portants transportan L’Aigua de Sant Magí desde las míticas fuentes –ubicadas en el término municipal de Pontils (Conca de Barberà)– hasta el Portal del Carro. Ayer, y tras dos años con ediciones a medio gas por la pandemia, los Portants volvían a traer el agua milagrosa a los tarraconenses, después de dos días andando, acompañados de nueve caballos con sus carruajes. La ciudad les esperaba con los brazos abiertos. Hacía años que no se respiraba tanta emoción en la Part Alta.

La comitiva salió de Sant Magí de la Brufaganya el pasado miércoles por la mañana. Después de pasar por más de una decena de municipios, los Portants llegaban ayer a Ematsa –a la Muntanyeta de l’Oliva– sobre las dos del mediodía. Era momento de adornar los carros y de preparar a los más pequeños que, tradicionalmente, van encima de ellos. A las seis, el camino se reanudaba para hacer la entrada triunfal al núcleo histórico de la ciudad.

El estandarte de Sant Magí lideraba la procesión, llevado por la Associació d’Amics del Cavall de les Comarques de Tarragona. Le seguían los Gegantons Negritos, los Gegants Moros y los Vells de la Ciutat. Después era el turno de los Nanos Nous y Vells, y de los dos Balls de Bastons. Los carruajes y los Portants daban paso a la Banda Unió Musical de Tarragona y a las autoridades. El séquito salió de la Plaça de la Font, para subir por la Baixada de la Peixateria y calle La Nau. Justo aquí, el público se llevó un pequeño susto cuando uno de los carruajes se desvió un poco del camino. La llegada a la calle de les Coques fue, como siempre, de pell de gallina. Cuatro pilars de cinco, de las cuatro collas castelleras de la ciudad, se alzaban para recibir el agua milagrosa.

Sergi Baches es uno de los coordinadores de los Portants. Vestido para la ocasión –espardenyes de pagès, pantalón negro, pañuelo de la entidad y blusón negro– y capitaneando la comitiva, era consciente de que estaba a punto de vivir una jornada llena de emoción. Entró a formar parte del colectivo hace 12 años, gracias a su padre, pieza clave en la recuperación de esta tradición.

Para Baches, el momento más importante de ayer llegaba con la entrada de las portadoras de agua al interior de la iglesia de Sant Magí. Se trata del momento álgido del día. El agua tras un largo viaje en carro llegaba al santuario bajo la mirada de unos cuantos tarraconenses. «Es un privilegio que vivimos solo unos pocos», explicaba al finalizar el acto. «Me parece que este acto define a la perfección lo que es el tarragonisme y la devoción a nuestro patrón», añadía Baches, emocionado. El año que viene la Baixada de l’Aigua llegará a su 30 edición. Una efeméride que se celebrará por todo lo alto.

Idun Tecla, de cuatro años, salía por primera vez encima de uno de los carros. Sus padres querían que la pequeña viviera la fiesta desde dentro. «Lo propusimos a los organizadores y nos dijeron que sí. Como mi madre tiene una mercería, le pedimos que nos hiciera el vestido de catalaneta. Y así ha sido», explicaba Miquel Àngel Díaz, el padre de la pequeña. Idun Tecla estaba feliz y, con el carro en marcha, les gritaba a sus padres: «El año que viene quiero repetir».

Sant Magí en la sangre

Otro de los rostros que nunca fallan en la cita de ayer es Pilar Ortiz, una mujer que lleva Sant Magí en la sangre. Ortiz hace muchos años que se encarga de poner a punto los cántaros que guardan el agua milagrosa. Llegó al lugar de la mano de mosén Gallart, el alma de la iglesia de Sant Magí, y es una fija en el Portal del Carro. «Sant Magí es de la gente sencilla de Tarragona, de los que vamos a pie a los sitios, de la que es normal y corriente, del día a día. Santa Tecla, en cambio, es más institucional», decía Ortiz, quien ha estado más de 20 años tesorera de la Confraria de Sant Magí Màrtir de Tarragona. Para ella, el día de ayer es especial y, en esta ocasión, pudo compartir, un año más, la devoción por el patrón junto a sus familiares.

En la cola, y con intención de llevarse cinco cántaros llenos de L’Aigua de Sant Magí, se encontraba Antònia Garcia. «Hace 12 años que no falto a la cita. Este líquido de aquí dentro –decía, mirando el recipiente–, me salvó la vida tras una época muy mala. Creo mucho en su espíritu sanador. Me llevo cinco: uno para cada miembro de mi familia», explicaba Garcia.

Quienes tampoco faltan a la cita nunca son los Grallers i Timbalers de los Xiquets de Tarragona. Llevan desde el año 2009 acompañando L’Aigua de Sant Magí durante el camino. Les propuso el reto mosén Gallart, del que guardan un muy buen recuerdo. Desde el 2019, el grupo también accede dentro de la iglesia de Sant Magí, en el Portal del Carro. «Es un auténtico privilegio formar parte de esta comitiva tan reducida. Son días duros, cansados, muy intensos. Pero no lo cambiaríamos por nada del mundo», dice una de las gralleres de los Xiquets de Tarragona, Mireia González.

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