Fidelidad a Calafell y al Canadá. 60 años sin faltar

Edgardo y Brigitte acuden desde hace seis décadas al histórico establecimiento

26 mayo 2025 19:54 | Actualizado a 26 mayo 2025 20:57
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Aquel Calafell era muy diferente. «Pero nos enamoró a primera vista», explica Edgardo Herrguth. Y eso que junto a su hoy esposa Brigitte, y entonces novios, llegaron de rebote.

El hermano de Brigritte pasaba unos días en una casa en Segur de Calafell y habló a la pareja de las bondades de la localidad y de sus playas y Edgardo y Brigitte le acompañaron.

Edgardo y Brigitte se enamoraron de Calafell. Les hablaron del entonces un pequeño hotel: el Canadá. Y allí se alojaron un primer septiembre. De eso hace 60 años. Desde aquel 1965 no han faltado ni un solo verano en su visita a la localidad y al hotel.

«La playa era maravillosa. Podías caminar cien metros mar adentro y no cubría»

«Entonces el hotel era más pequeño, más sencillo», recuerda Edgardo. «La playa era maravillosa. Podías caminar cien metros mar adentro y no cubría». La playa del biberón la llamaban por la cantidad de familias con niños pequeños que acudían por tranquilidad que ofrecía el mar.

«Y por la noche nos gustaba ir a la playa y ver las luces de las barcas de los pescadores. La vida de aquello hombres era dura».

El matrimonio de Edgardo y Brigitte Herrguth son testimonio del cambio de Calafell visto desde un hotel. De cuando el teléfono del municipio estaba en una centralita en un antiguo edificio.

«Si tenía que llamar a Hamburgo iba a las once de la mañana y la operadora me decía que regresase a las tres del mediodía porque entonces ya estaría la conferencia».

Tres generaciones

Era otra época. Difícil de entender para sus nietos que ya también acuden al hotel. Tres generaciones en el Canadá.

La pareja pasaba desde el primer momento un mes en Calafell. En una época en la que los autocares procedentes de Alemania y Holanda aparcaban en la puerta del hotel. Ellos venían en coche, «hacíamos noche en Suiza», hasta que ya optaron por el avión y alquilar un coche, porque la edad ya desaconseja horas de volante.

$!Brigitte y Edgardo con la propietaria del hotel. FOTO: JMB

«Con precios congelados». En la época todavía estaba Franco y era obligado que en todos los hoteles hubiese un listado con los precios de todos los establecimientos. El propietario nos explicaba que con esos preciso no se podía vivir».

Pero la atención familiar y aquella playa caló en el alma de la pareja. Este año han regresado con sus hijos y sus nietos a quienes narran aquel Calafell.

¿Y no hay cansancio del mismo destino durante seis décadas? «¿Y para qué cambiar si estamos bien?». Aunque no niegan algo de nostalgia y de poder volver a sentir aquello de la primera visita. «Ahora paseamos dentro de nuestras limitaciones» y a los nietos les pueden explicar historias de pescadores en el mar, de una playa muy suave y «del caldito que nos preparaban en el hotel».

Renovado en 1999

Un aroma que inundaba la calle desde las ventanas del viejo hotel que fue derribado parcialmente en 1999 para renovar y modernizar el equipamiento.

Aunque unos años estuvieron en un apartamento de una de las torres de primera línea que eran propiedad del dueño del Canadá. «En los pisos 10 y 14».

Edgardo y Brigitte son testigos de una época. El Canadá fue uno de los primeros hoteles de Calafell.

Fue por iniciativa de Félix Daza que trabajando de aparejador en Barcelona visitó Calafell invitado por un amigo. Daza no tenia intención de establecerse en Calafell porque su idea era regresar a su Zarautz». Pero recibió una oferta para adquirir el edificio de lo que más tarde sería el hotel.

El Canadá ha marcado una historia de un Calafell desconocido para muchos

La proximidad de la vía del tren le generaba recelo por las molestias que podría ocasionar. Su mujer vivía en Euskadi junto a una vía del tren y Félix Daza le preguntó si por la noche le molestaban. La respuesta fue negativa, así que optó por la compra. Fue días después que cayó en la cuenta que entonces los trenes vascos no circulaban por la noche

Félix Daza y su esposa Mercedes Aristi desde 1957 hicieron del Canadá un símbolo de Calafell. Muy familiar. Hoy el hotel lo gestiona una cadena, pero muchos de aquellos primeros clientes siguen allí. Como Edgardo y Brigitte. La concejal de Turismo de Calafell, Luisa lastra, ha querido agradecer a la pareja la fidelidad al municipio y al Canadá.

Antes del Canadá el edificio tuvo una gran historia. El primer edificio, de dos plantas, había sido un meublé y con bastante éxito en la zona.

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$!El antes y el después del Canadá.

En su primer verano en la calle hubo revuelo entre quienes decían ser clientes habituales y no aceptaban que ya no se les dejase entrar.

En sus comienzos la mayoría de los clientes eran ingleses y alemanes y coleaban los recelos de la Guerra Mundial. Las agencias de viajes de ambos países pidieron que no podían seguir juntas y que de verse obligadas a ello, dejarían de venir al hotel, recordaba Félix Daza en una entrevista al Diari.

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