Agustín Fernández Mallo: “La muerte no existe”

El escritor coruñés afincado en Mallorca cuenta la historia de su padre en su libro más reciente, donde opta por un estilo despojado pero penetrante

25 mayo 2024 12:42 | Actualizado a 25 mayo 2024 12:46
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El libro es un intento de retrato de tu padre, ¿de dónde surge el deseo o la necesidad de conocer y contar la historia de tu padre?

Cuando atravesando yo EEUU en coche, en el 2010, en Kansas me desvío y llego a un inmenso prado y veo cientos de vacas, detengo el coche, me bajo, y esas vacas y yo nos miramos en silencio, instante en el que recuerdo que en 1967 mi padre, veterinario, había estado en esas mismas tierras seleccionando vacas para traer a España en un avión, volando. Hay otro momento: en 2011, cuando mi padre, enfermo, ya no me reconoce, se abre un abismo a mis pies, un hueco vertiginoso, como si todo lo que había vivido hasta entonces fuera un decorado; recuerdo mirarle a los ojos y silencio preguntarme, “¿quién hay ahí?”. Y esa es la pregunta de la identidad, de qué clase de máscara somos, la pregunta que atraviesa todo el libro, y que he intentado responder. Hay algo que atraviesa también todo el libro: la muerte no existe; nada más fallecer, y en un proceso muy misterioso, el muerto comienza a componerse en tu cabeza de otra manera, cobra otro cuerpo e imagen en tu mente, lo cual es una verdadera resurrección. Creo que es ésa la última lección que me da mi padre, que resumo así: morimos para resucitar en la mente de los demás.

¿Cuál es la relación entre Pink Floyd y tu padre? O dicho de otra manera, ¿por qué se llama así el libro?

Cuando era pequeño, una de mis hermanas mayores trajo a la casa familiar el disco Atom Heart Mother. Mi padre, en vez de fijarse en el disco en sí, me describió la portada, que es una foto de una vaca mirando a la cámara, con toda clase de detalles técnico-veterinarios. Eso fue epifánico para la percepción del niño que yo era, pues me di cuenta de que él se fijaba en las cosas en las que otros no se fijaban, en la cara B de los objetos o de lo hechos comunes, lo cual al fin y al cabo es la función de la poesía. Extraer fantasía de lo real. La realidad, si se sabe ver con otros ojos, ya es lo suficientemente fantástica, no hace falta sumarle ridículas historias ni infantilizarla.

La historia de tu padre cuenta también la historia de una época y de un país que progresa, ¿fue saliendo o tenías predeterminado que se contaran las dos?

No, no fue predeterminado, pero es inevitable que cuando cuentas la vida de alguien que hoy tendría 100 años (los mismos que mi madre, quien todavía vive), aparezca todo un siglo de un país, con sus cambios y sus picos de paz y de convulsión. Sobre todo, el modo en el que han cambiado conceptos como el peligro, el miedo, la educación, y muchos más.

Está también intuida o sugerida la historia familiar: eres el pequeño y el único chico. Es a la vez un libro íntimo y pudoroso, estás tú de un modo inconfundible pero como sin querer llamar la atención.

Para empezar, soy pudoroso, y además, conforme pasan los años reivindico el pudor y me produce vergüenza ajena la falta de pudor que veo en la gente cuando manifiesta en público asuntos íntimos. Pero, por otra parte, hay un hecho mucho más literario: en este libro haya multitud de historias, que darían para muchos otros libros, pero no quería hacer un ejercicio de alarde literario sino todo lo contrario, contar la vida de mi padre y yo desparecer, que mi presencia como escritor fuera mínima en el sentido del estilo y la parafernalia, contar una narración lo más lineal y seca posible. En el fondo es una enseñanza de mi padre: como cuando me describió la vaca de la portada de Atom Heart Mother de un modo técnico y seco pero –como hemos visto– con un efecto tremendamente poético y narrativamente efectivo.

El libro es que plantea una conversación que no sé si se dio en vida de tu padre entre sus documentos y cuadernos y tu escritura: padre e hijo trabajando juntos. ¿Cómo fue la incorporación de ese material?

Al regresar yo de ese viaje de EEUU, en 2010, mi padre ya no reconocía bien su entorno debido a un trastorno cognitivo, y mirando en los cajones de su despacho encuentro un cuaderno de bitácora, escrito a máquina y con fotos en blanco y negro pegadas, en el que él relata ese su viaje profesional a Misuri, Kansas, etc, en 1967, y pone atención no solo a lo profesional sino a la sociología del país, las costumbres alimentarias, de ocio, etc. Me di cuenta de que es lo mismo que por aquel entonces hacía yo en mi blog cuando me iba de viaje de trabajo literario; era aquello de mi padre una suerte de protoblog.

El amor es uno de los temas centrales del libro, de tu obra, casi. La página final es muy emocionante, cuando explicas cómo te das cuenta de que tu hipótesis sobre la posibilidad de contar a tus padres estaba errada.

Sí, es quizá la página más importante de cuantas he escrito en mi vida, cuando consigo unir a mi padre y a mi madre en una sola narración y me doy cuenta de que su legado, la verdadera herencia que me han dejado, es que la posibilidad del amor existe. Dos personas que durante más de sesenta años se amaron, caminaron juntos.

¿Ha leído tu madre el libro?

Quizá se lo lea yo. A sus 100 años se le cansa mucho la vista.

$!Agustín Fernández Mallo: “La muerte no existe”

Título: Si este no es mi hogar, no tengo un hogar

Autora: Lorrie Moore

Editorial: Lumen, 2024

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