El squash alcanzó su máxima popularidad en España en los años 80 y 90. En Madrid, se impuso como deporte de la jet-set. Ministros, tenistas profesionales e incluso el Rey Juan Carlos alardeaban de sus habilidades en las pistas cerradas de squash. Barcelona, donde la difusión de pistas públicas y más accesibles hizo que su práctica se expandiera en todo tipo de públicos, acogió en 1994 el Mundial, en el que se impuso el paquistaní Jansher Khan. Era buena época para los practicantes de este deporte. Hasta que la aparición del pádel arrasó con todo. El squash se convirtió en un reducto romántico para los apasionados de este deporte, que luchan por mantener viva su práctica. No sin esfuerzo.
En Tarragona, Josep Pérez abandera esa titánica tarea de preservar el squash. Junto con otras 30 personas, ha fundado el Club Esquaix de Tarragona. La demolición de las tres pistas que quedaban en el Royal Tarraco les dejó sin espacio para practicar su hobby. «Después de más de 20 años jugando allí, nos quedamos huérfanos». Podrían haberlo dejado. Abrazar el nuevo credo de la raqueta o tirarse al crossfit, cuyo crecimiento es el responsable del derribo de las antiguas pistas de squash. Pero no, Josep Pérez tiene clara la consigna: «Somos amantes del squash y creemos en su recuperación».
En Catalunya hay unas 600 licencias federativas. Pocas para la cantidad de jugadores que todavía pasan su tiempo haciendo rebotar la pelota de goma por las cuatro paredes (una de ellas de cristal) que forman la pista cerrada del squash. «Es un deporte principalmente amateur», señala Pérez. Uno de los problemas que arrastra el squash desde su establecimiento en Catalunya es la ubicación de las pistas. Como señala el presidente del Club Esquaix Tarragona «la mayoría están dentro de comunidades de vecinos».
Tarragona cuenta con dos pistas municipales en Riu Clar. «Están abandonadas. Resbalan y es imposible jugar sino se lleva a cabo una pequeña reforma. Nos propusimos para abonar el coste pero no empatizaron con nuestro proyecto», explica Josep.
Acuerdo con TennisPark
Encontraron acomodo en el gimnasio Gent d’or de Valls. El propietario les ofreció un descuento en la cuota de socios para poder utilizar sus pistas. No salió bien porque «había que desplazarse y si ya cuesta encontrar tiempo para jugar si le sumas el tiempo del viaje no valía la pena».
El club ya estaba en marcha aunque faltaba un espacio para poder desarrollar sus actividades. Josep Pérez daba vueltas y vueltas para encontrar una solución que llegó de la mano del TennisPark. A Xavi Pueyo, director del club de Cala Romana, le convenció la propuesta de Josep Pérez. Paralizó la demolición de las dos pistas de squash –las últimas que quedaban de las cinco que contó en su día el TennisPark- y apostó por darle una nueva oportunidad.
«Me pareció un enamorado del squash con ganas de revitalizarlo. Es una colaboración mutua. Ellos se hacen socios del club y nosotros ponemos las pistas para que lleven a cabo la actividad de promoción y clases de squash», comenta Pueyo sobre el proyecto de Josep Pérez.
La inversión ha sido fuerte económicamente. Sólo el parqué instalado en una de las dos pistas cuesta 6.000 euros. «Es el mejor tipo de parqué del mercado. Directamente de Suecia», comenta Pueyo. La otra se ha pintado, se han colocado luces LED y pulido para que pueda utilizarse. Si el squash crece, también se cambiará el parqué de la segunda pista el año que viene.
Eso espera que suceda Josep Pérez. En su mente ya ha comenzado a desarrollar una escuela infantil en 2018 y los primeros campeonatos del Club Esquaix Tarragona como equipo dentro del TennisPark. Este noviembre comienzan las clases y torneos sociales para promocionar un deporte que se resiste a la demolición.