Opinión

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«El coraje consiste en buscar la verdad y decirla», dijo Jean Jaurès, filósofo francés y líder del Partido Socialista, a un grupo de estudiantes de secundaria en 1903. «Es no ceder a la ley de la mentira triunfante al pasar, y no hacer eco, con el alma, la boca y las manos, de aplausos insensatos y burlas fanáticas». Cuando la Primera Guerra Mundial asomó su horrible e inútil rostro, Jaurès se negó a ceder al fanatismo insensato e intentó coordinar una huelga general franco-alemana para detener la carrera hacia la guerra.

En 1914, pagó con la vida por esos esfuerzos cuando un nacionalista francés de 29 años le disparó dos veces por la espalda. El coraje entre la gente común no escasea. Los médicos y trabajadores humanitarios acuden a zonas de guerra y campos de refugiados para atender a quienes lo necesitan. Por otro lado, hemos presenciado tantos ejemplos de cobardía política de alto perfil en los últimos meses que solo podemos hablar de ellos en categorías generales. Los jueces de la Corte Suprema de Estados Unidos que, el verano pasado, se desvivieron por crear una presidencia monárquica con impunidad para violar la ley a su antojo.

La Universidad de Harvard, junto a otras, ha decidido plantar cara a las groseras demandas de la administración de Donald Trump

Los bufetes de abogados que han ofrecido cientos de millones de dólares en trabajo pro bono a una administración ocupada en desmantelar el Estado de derecho. Son solo ejemplos de una sistemática acción de cobardía. Sin otra opción, la Universidad de Harvard finalmente decidió oponerse a las escandalosas exigencias de la administración Trump. Esto no significa restarle importancia a la valentía moral de la decisión; otras universidades tomaron, decisiones diferentes cuando se encontraron en la misma situación.

Como resultado de la postura de Harvard, cientos de rectores de universidades han decidido que mantenerse unidos es mejor que caer uno a uno. Pero quizás en este momento, Harvard y otras instituciones de élite similares podrían aprovechar la oportunidad para reflexionar sobre qué tipo de virtudes han estado inculcando en sus estudiantes. Es una pregunta que nos podemos hacer todos. Porque no hemos llegado hasta aquí gracias a una invasión extraterrestre, sino por un decisión consciente de promover unos valores materialistas y egoistas. El coraje debe regresar a la política y a las élites. Si no, todos pagaremos un precio muy caro.

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