Los chinos van chino, chano

10 mayo 2025 19:40 | Actualizado a 11 mayo 2025 07:00
Àurea Rodríguez
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China no corre. China avanza, sin pausa con la sabiduría que la prisa no es buena consejera, pero sabiendo a donde van. Su estrategia de innovación no es una carrera de velocidad, sino una caminata milenaria y firme hacia el poder tecnológico global. Mientras en Europa discutimos sobre normativas, subvenciones con 27 voces y perspectivas incluso de la IA, ellos han entendido que en esta nueva era los datos son el petróleo, el talento necesario como el agua y la IA, la pólvora del siglo XXI.

La estrategia china se resume en una palabra: ChinAI. ChinAI es la estrategia China de IA que conjuga ambición estatal, músculo privado y control de datos. No se trata solo de grandes empresas como Baidu o Alibaba, sino de una visión de país.

El Estado invierte, regula, protege y orienta la actividad de todo su ecosistema, especializando empresas, formando talento e invirtiendo. En 2017, el Consejo de Estado de China lanzó el «Plan de Desarrollo de Inteligencia Artificial de Nueva Generación», con el objetivo de convertir al país en líder mundial en IA para 2030. Van camino de lograrlo. En 2023, China ya ocupaba el segundo puesto mundial en número de publicaciones científicas en IA y lideraba en patentes relacionadas con visión por computador y reconocimiento facial.

La estrategia china no es una carrera de velocidad, sino una caminata milenaria y firme hacia el poder tecnológico global

Estados Unidos, consciente del avance chino, reaccionó con una estrategia proteccionista y ofensiva. La administración Trump ha convertido la tecnología en un asunto de seguridad nacional y por eso está provocando una guerra comercial. Para ello, impone aranceles, restricciones a las empresas chinas en estados unidos como Huawei o Bytethedance (tiktok), bloquea el acceso chino a semiconductores avanzados y refuerza la inversión en industrias críticas como la defensa y la computación cuántica. Además, está promoviendo la repatriación de cadenas de suministro y plantea la IA como un nuevo eje de liderazgo global. No es solo una guerra comercial, es una declaración de guerra tecnológica.

Los informes Letta y Draghi hacen un diagnostico claro de la situación de Europa en este contexto. Europa es el continente más abierto del planeta —nuestro ratio comercio/PIB supera el 50% frente al 37% de China y el 27% de EE.UU.— pero también el más dependiente. Más del 80% de nuestra tecnología digital es importada. Mientras tanto, nuestras facturas energéticas son dos o tres veces superiores a las de EE.UU. o China. Un lujo que no nos podemos permitir si queremos competir en serio y sino que se lo expliquen a la industria petroquímica de Tarragona. Estamos jugando con fuego con el riesgo real de acabar quemados.

Este año, el INDI Day ha puesto sobre la mesa una realidad incómoda: estamos inmersos en una guerra geoestratégica por los datos y Europa no tiene ejército, ni datos, ni pólvora digital. Solo cuatro de las 50 principales empresas tecnológicas del mundo son europeas. ¿Dónde están nuestras campeonas? Entre 2008 y 2021, casi el 30% de los unicornios nacidos en Europa trasladaron su sede al extranjero. La fuga de talento e inversión es sangrante.

Estamos inmersos en una guerra geoestratégica por los datos y Europa no tiene ejército, ni datos, ni pólvora digital

Pero no todo está perdido. La geoestrategia industrial y tecnológica debe convertirse en nuestra nueva brújula de innovación y reindustrialización. Necesitamos cerrar la brecha de innovación con valentía: inversión inteligente, incentivos para la creación de empresas disruptivas, acceso masivo a computación de alto rendimiento (HPCs) y educación digital desde la infancia, a todo el mundo y de manera masiva. La quinta libertad que debe consagrar Europa es la de innovar y educar sin complejos. Más que nunca Europa tiene sentido pero solo si está unida.

China lo tiene claro: sin soberanía tecnológica no hay soberanía política. Nosotros debemos entender, de una vez por todas, que la innovación no es solo una cuestión económica, sino existencial. El futuro no se improvisa, se planifica. Y mientras los chinos avanzan chino, chano, nosotros no podemos seguir bailando sobre hielo fino.

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