Parece que queda lejos, pero solo han pasado cinco años desde la pandemia. En aquellos tiempos duros de confinamiento y angustia, el trabajo que hicieron las trabajadoras de la biblioteca Pepita Ferrer de Torreforta, describe a la perfección el espíritu de una institución íntegramente consagrada a su comunidad. Cuando no podíamos salir a la calle se ingeniaron la manera de preparar y hacer llegar paquetes sorpresa con libros a las casas (las caras de los niños no tenían precio). Alguna trabajadora llegó, incluso, a coordinar a los vecinos para que compartieran wifi con el fin de que los estudiantes pudieran hacer los deberes.
Y es que esta biblioteca, más allá de un local que hace años que se ha quedado pequeño, es un bullir de actividad; un sitio abierto donde cabe todo el mundo.
Aquí se puede ver por igual a adultos en los ordenadores recibiendo ayuda para actualizar un currículum, que a adolescentes haciendo los deberes o a niños asistiendo a un taller de ciencia.
Y es que, si hay una institución que ha sabido pulsar el latir del barrio sin dejar de pensar en la cultura y el progreso con mayúsculas es esta. Basta con ver la programación de cualquier mes, donde igual inician un programa con narradores en diferentes idiomas (en el barrio hay muchos y aquí se escuchan todos) que forman parte de la programación de festivales como el SCAN de fotografía.
Todo sin perder de vista que esta es la biblioteca de referencia para todas las escuelas e institutos de los barrios de Ponent que en algún momento del curso pasan por aquí.
Aquí por las tardes se organizan actividades donde muchas veces participan chicas y chicos que no tienen acceso a extraescolares. Y en vacaciones hay biblio-casales que llenan las horas de los largos veranos en el barrio.
Mientras van y vienen ayuntamientos de todos los colores y los procesos burocráticos parecen no tener fin, la Pepita Ferrer sigue dando lecciones de resiliencia. Hay que verlos, sino, ocupando una parada del Mercado de Torreforta, el mismo donde llevan años esperando una ampliación.
Imposible imaginar un sitio que merezca más una sede digna. Esperemos que esta vez sea la buena.