Que levante la mano quién se acuerde de la última vez que cruzó el paso a nivel de la Plaça dels Carros y las escaleras mecánicas funcionaban. Las incidencias han sido constantes desde el primer momento. De hecho, la pared en la que cuelga la placa inaugural ha acabado convirtiéndose en un lienzo que sintetiza muy bien la problemática. «Este paso ha entrado en funcionamiento el día 20 de diciembre de 2012», dice la inscripción que destaparon el Ministerio de Fomento y Adif el día de su entrada en servicio. Y una pintada de rotulador añade: «Las escaleras tan solo funcionaron aquel día».
Con este precedente, el equipo de urbanismo de la comisión bilateral entre el Port de Tarragona y el Ayuntamiento tiene sobre la mesa buscar una solución para dignificar este espacio, garantizando la accesibilidad entre un lado y otro de la vía. Y, según explican ambas partes, medio año después del inicio de este trabajo conjunto entre ambas administraciones, ya hay una hoja de ruta que ahora toca aterrizar.
El dibujo final está más o menos definido. Lo que se plantea es eliminar los cuatro tramos de escaleras mecánicas existentes, de forma que quede una escalinata «más ancha y más amable», argumenta el presidente del Port de Tarragona, Santiago Castellà. Esto pasa por la sustitución de los ascensores por otros de «más amplios, que permitan la entrada tanto de carritos como de bicicletas».
«La idea es que tengamos unas escaleras bien hechas, no mecánicas, y que los ascensores sirvan para cubrir el desnivel», argumenta el concejal de Urbanisme, Nacho García Latorre. Lo que se ha descartado es la opción que se había planteado en un primer momento, según la cual las escaleras podrían ser sustituidas por un sistema de rampas. En este caso, se consideró que la pendiente que tendría que salvarse obligaba a rehacer una parte importante de la superficie de la plaza. «En todo caso, tendría que decidirlo el Ayuntamiento, pero creemos que aquella plaza es un lujo y cualquier iniciativa de estas características comportaría perder parte de la gracia», indica el representante del enclave tarraconense.
A partir de este diseño conjunto, los equipos técnicos tanto del Ayuntamiento como del Port están trabajando para definir el cómo y el quién. La obra inicial la hizo Adif con el compromiso de que, tras su inauguración, el mantenimiento pasaba a manos de la administración local.
«Primero tenemos que definir bien la delimitación portuaria porque la parte que toca al mar es titularidad del puerto y la otra, de la ciudad», explica García Latorre. La vía del tren es lo que separa el dominio portuario de la ciudad por lo que, si el proyecto tiene que hacerse de forma conjunta, en primer lugar tendrá que definirse la parte jurídica. Asimismo, se estudiarán las diferentes alternativas de ascensores para que la maquinaria quede protegida y no se acumule el agua.
Ahora se está trabajando en estos aspectos, que son los que acabarán condicionando el calendario. Castellà defiende que «pensamos que es una solución rápida y fácil». Y, aunque también reconoce que «en términos de obra pública todo va más lento de lo que nos gustaría», asegura que «no estamos pensando en siete u ocho años sino en un año y medio o dos podría ser una realidad».
El Port de Tarragona está en pleno proceso de transformación del entorno de sus sedes institucional y administrativa, con la creación de un pulmón verde de más de 11.000 metros cuadrados de superficie. El objetivo es que la dignificación del paso a nivel de la Plaça dels Carros sea la última fase de este Parc del Port. «Desde el mamotreto a la Plaça dels Carros tendremos una zona verde paseable, muy amable. Este puede ser el colofón perfecto», asegura Castellà.

El puerto y la ciudad han vivido de espaldas. Proyectos como el Km O y el nuevo parque buscan eliminar la barrera existente y, en este largo camino, hay que sumar también la apuesta desde el puerto para potenciar la cultura en las instalaciones del Moll de Costa. «Las vías desaparecerán algún día, esta es la idea, pero mientras tanto, debemos generar una mejor permeabilidad entre los dos lados, evitando que sea una barrera», asegura el concejal de Urbanisme.
¿Y en el mientras tanto?
Mientras se definen los aspectos técnicos y jurídicos, el Ayuntamiento de Tarragona plantea «dignificar lo existente». Así lo explica el concejal de Espai Públic, Guillermo García de Castro, quien asegura que se está trabajando para «garantizar el servicio de los ascensores y poner en funcionamiento las escaleras mecánicas». Estas han dado muchos problemas siempre, aunque la estocada definitiva fue la dana del pasado mes de noviembre, cuando el sistema quedó completamente anegado y los cuadros eléctricos se rompieron.
La administración local avanza que está trabajando en un nuevo contrato para el mantenimiento de todas las escaleras mecánicas y ascensores, que ahora se incluye dentro de los servicios de la empresa que se hace cargo del día a día de los edificios municipales. Esto obliga a que, cuando hay alguna incidencia, esta empresa subcontrata el servicio a otra compañía especializada.
La idea es que haya una empresa que sea la responsable directa de todo el paquete, en el que también estarán incluidas las escaleras del Palau de Congressos y la calle Vapor, además de los ascensores del Amfiteatre y la Ciutat Residencial.
García de Castro asegura que el contrato para poner en marcha esta nueva forma de trabajar está «muy avanzado» y que está previsto que salga a licitación «este año». Este también incluirá una cláusula para que «se incluya una partida de inversión para empezar a sustituir todas estas escaleras, teniendo en cuenta que ahora son muy antiguas y no se ha hecho inversión, más allá de las pequeñas reparaciones».
Finalmente, en cuanto al futuro de la Plaça dels Carros, el Port de Tarragona cierra definitivamente la puerta a la posibilidad de que este espacio acabe formando parte del dominio marítimo terrestre, tal y como se había planteado por el anterior presidente, Saül Garreta. «Todo el mundo entiende que la plaza tiene que ser un espacio de la ciudad. No es una zona para hacer actividades portuarias», asegura Santiago Castellà.