Entre delincuentes y presuntos

Los más de 62 años de la prisión de Tarragona han dado para muchas historias, desde motines hasta partidos del Nàstic. Por el recinto han pasado desde el exalcalde de Torredembarra hasta el fallecido José María Ruiz Mateos.

19 mayo 2017 21:05 | Actualizado a 24 diciembre 2019 20:30
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Con el traslado ayer de los 180 presos preventivos y penados al nuevo centro penitenciario de Mas d’Enric, Tarragona deja atrás una parte de historia, una historia que se comenzó a escribir a finales de 1939, cuando se anunció la construcción de la cárcel como uno de los grandes proyectos urbanísticos de aquella época con la intención de acoger la numerosa población reclusa, que en aquellos momentos se encontraba encerrada en el castillo de Pilatos. Sin embargo, no fue hasta 1953 cuando el centro comenzó a acoger a presos.

Durante estos 62 años, las instalaciones de la República Argentina han vivido momentos de gran tensión, como el ocurrido el 18 de abril de 1984, cuando una treintena de internos, menores de 23 años, iniciaron un motín en el tejadoen señal de protesta por haber sido separados, cuatro días antes, del resto de los reclusos. Once años y medio después se amotinaban 34 presos en protesta por la sanción contra un compañero, que agredió a un funcionario. Varios internos se negaron a ir a las celdas después de la cena si no se levantaba la sanción. Seguidamente invadieron el taller de encuadernación, desde donde lograron acceder al tejado. Allí se hicieron fuertes durante unas seis horas, hasta que depusieron su actitud.

El 2 de marzo de 1974, la cárcel de Tarragona pasó a la historia como el lugar donde se ajustició a la última víctima del franquismo por garrote vil, el polaco Georg Michael Welzel, conocido como Heinz Ches.

 

Todo un personaje

Han sido miles las personas que en este más de medio siglo de vida de la prisión de Tarragona han pasado por las instalaciones. Uno de los más mediáticos es, sin duda, José María Ruiz Mateos. El empresario –ya fallecido– había huido de España y contra él pesaba una orden de busca y captura. El 15 de septiembre fue detenido en el peaje de El Vendrell de la autopista AP-7. Fue identificado por un empleado, quien avisó a los agentes. El juez de guardia ordenó su ingreso en prisión. Durante su estancia entre rejas concedió una entrevista al Diari.

Y el 27 de junio del año pasado ingresaba en dicha cárcel el entonces alcalde de Torredembarra, Daniel Masagué, imputado por un delito de malversación de caudales públicos. En su caso, permaneció sólo 60 horas en la cárcel tarraconense, ya que fue trasladado a la de Can Brians para que no estuviera mezclado con los presos comunes.

 

Por terrorismo

La prisión de Tarragona, precisamente por su masificación y falta de medidas modernas de seguridad, nunca ha albergado durante mucho tiempo a supuestos terroristas. Pero el 16 de agosto de 2010 pasó unas horas entre rejas Zugaitz Izaguirre Ameztoy, un miembro de ETA detenido dos días antes en La Pineda. Tenía una orden de detención de la Audiencia Nacional para cumplir una pena de siete años de prisión por pertenencia a banda armada. Sólo pasó una noche en el centro penitenciario de Tarragona, ya que al día siguiente fue conducido hasta la prisión de Navalcarnero.

Dos miembros de la familia Mimbrero de El Vendrell –padre e hijo– pasaron también algunos meses –los del final de la condena– en la cárcel de Tarragona después de ser sentenciados por la Audiencia Nacional en agosto de 1997 a un total de catorce años de prisión por colaboración con ETA, concretamente por dar cobijo en su casa a uno de los miembros del Comando Barcelona.

 

Entre asesinos

Han sido decenas los hombres y mujeres condenados por homicidio y asesinato que han cumplido toda o parte de la pena en la cárcel de Tarragona. Entre los casos más sonados está el de Ramón Laso, condenado a 30 años de prisión por haber matado –aunque los cadáveres nunca han aparecido– a su compañera sentimental Julia Lamas y a su cuñado Maurici Font. Anteriormente ya fue condenado en 1997 a más de 57 años de prisión –aunque sólo cumplió nueve– por matar a su esposa y a su hijo.

También fue mediático el asesinato de la doctora tarraconense Gloria Sanz a manos de su novio, en 2003. Al año siguiente, Fernando Aladid fue condenado a 17 años y medio de prisión. Desde el año pasado disfruta del régimen abierto.

Juan Miguel Cerrillo, condenado a 35 años de prisión por el asesinato de la niña de Salou Tamara Navas, también permaneció un tiempo en la cárcel de Tarragona, al igual que Manuel Amancio Álvarez, sentenciado este año a 21 años y medio de cárcel por haber matado a una cajera del Banco de Santander de Cambrils durante un atraco a la entidad en 2010.

Ángel Emilio Mayayo fue condenado por la muerte, en enero de 1984, de Maria Teresa Mestre, cuyo cuerpo descuartizado fue encontrado en un vertedero de Cambrils. La víctima era esposa de Enric Salomó, un empresario que cuando ocurrió el crimen estaba en el centro penitenciario de Tarragona por su participación en la adulteración del aceite de colza desnaturalizado. Una intoxicación por la que murieron más de 600 personas y miles resultaron afectadas.

Es sólo una pequeña muestra de las decenas de asesinos y criminales que han tenido la prisión de Tarragona como su segunda casa, aunque sea por unos días o por unos años.

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