La crisis provoca que se desplomen los inventos 'made in Tarragona'

Los tarraconenses registraron en 2016 un 44% menos de patentes, modelos de utilidad y diseños industriales que en 2010 y un 63% menos que en 2000, último año del siglo pasado

19 mayo 2017 15:57 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:17
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Los tarraconenses cada vez inventan menos o, al menos, no registran sus ideas, paso previo imprescindible para que se puedan llevar a la práctica sin temor a un plagio. Según los datos de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), el año pasado se registraron sólo 17 patentes, 24 modelos de utilidad y 9 diseños industriales, es decir, un total de 50 inventos, cuyo origen era la demarcación de Tarragona.

La diferencia entre una patente y un modelo de utilidad está en la exigencia para ser registrada y en su grado de protección. La patente debe ser novedosa a nivel mundial y el modelo de utilidad, a nivel estatal.

En el año 2010, ya en plena recesión, la cifra de inventos fue de 89, es decir, que en esos seis años los tarraconenses han inventado un 44% menos. La diferencia es aún mayor en comparación al siglo pasado. En el 2000, fueron 135 los inventos ‘made in Tarragona’, un 63% más.

El motivo es triple. Uno, la crisis que provoca que las empresas no estén para dar oportunidades a ideas que requieren de cierto tiempo para ser rentables. Dos, la falta de apoyo económico público. Y tres: la cultura empresarial hispana, reacia al riesgo.


Rentabilidad inmediata
«En España no hay ayudas para los inventores, para un emprendedor que tenga una idea y quiera llevarla a la práctica. Tienen que ir a buscar recursos externos y las empresas sólo buscan la rentabilidad inmediata», lamenta Manuel Matellán, presidente del Club de Inventores Españoles.

«La implicación de la Administración es mínima. La OEPM convoca ayudas y subvenciones para recuperar las tasas que se haya gastado el inventor en registros e informes, pero se apoya muy poco la I+D+i (investigación, desarrollo e innovación)», coincide Enrique Villafé, presidente de la Asociación de Inventores de España.

La disminución en la cifra de inventos en Catalunya y España durante estos años también ha sido importante, pero no tan acusada como en Tarrragona. En Catalunya, la caída de 2016 respecto a 2010 fue de un 23% y en España del 4%. Entre 2016 y 2000, fue del 44% y 12%, respectivamente.

«La crisis ha pasado factura –describe Matellán–. Si los particulares no tienen garantizado un resultado, registran menos». No es de extrañar. Registrar una patente cuesta unos 3.000 euros y un modelo de utilidad, 2.000. Como señala el salouense Elías Galopa, un inventor frustrado, «una patente es como alimentar un hijo. Cuesta mucho y, si no lo haces, el niño se muere».

«No hay sensibilidad ni entre las empresas ni entre las entidades financieras. Una buena patente es una oportunidad de negocio a largo plazo, que puede durar hasta veinte años (plazo en que se mantiene vigente), pero la innovación se ve más como un inconveniente que como una oportunidad», insiste Matellán.

«Donde menos se debería recortar –advierte Villafé–, es en innovación. Te hace ser más competitivo. Si no innovas, eres dependiente. En la Administración hay mucha zona de confort. Si hay un producto nuevo, la clave es obtener financiación. Hay que apoyarla. Se echa de menos».

Los presidentes de las dos agrupaciones de inventores coinciden en señalar a Estados Unidos como el ejemplo a seguir en materia de apoyo a los innovadores.

«Hay sociedades, como la norteamericana, más acostumbradas al cambio. Admiten, buscan y propician las ideas para innovar. Tener una idea es un valor, una palanca para progresar, para obtener una ventaja competitiva. En Europa, la sociedad es más conservadora. Los países nórdicos también son conscientes de que su competitividad depende de su grado de innovación. En cambio, en los países mediterráneos la innovación no es prioritaria», diagnostica Matellán.

¿En qué se plasma esa innovación? En algo tan simple, por ejemplo, como el clip sujetapapeles que se inventó hace más de un siglo y aún sigue vigente, como apunta Villafé. O en algo que reduciría la contaminación o facilitaría la vida. Matellán enumera inventos de sus asociados como adoquines descontaminadores, un coche que ‘cosecha’ y purifica el dióxido de carbono o un sistema desechable de jeringuillas.

Sea cual sea el invento, la clave es cambiar de mentalidad: «Habría que asumir la cultura de riesgo y ambición de Estados Unidos. Tienes una idea, pues dótala de recursos y que se haga realidad», concluye Matellán.

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