Editorial

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La salud de una sociedad — su verdadera fortaleza — se mide por cómo protege, cuida e integra a quienes son más vulnerables. Los Centros Especiales de Trabajo representan un pilar esencial en esta medición: ofrecen empleo digno, apoyo personalizado y una oportunidad real de inclusión laboral para personas con discapacidad, muchas veces alejadas del mercado ordinario de trabajo. En este contexto, obras como las de Fundació Onada no son una mera prestación asistencial: son una apuesta por la dignidad, la autonomía y la justicia social. A través de su CET, esta fundación da empleo a decenas de personas con discapacidad, ofreciéndoles no solo un salario, sino formación, acompañamiento, adaptación laboral, y — lo más importante — una oportunidad de sentirse útiles, productivas y parte activa de su comunidad. 

Recortar los fondos a los CET es decirle a muchas personas que su esfuerzo y su dignidad no merecen el respaldo público

Por todo ello, resulta gravísimo que estos centros sufran la precariedad presupuestaria que se ha denunciado en 2025: retrasos en los pagos de subvenciones, impagos a lo largo del año, y una deuda acumulada de decenas, o incluso centenares, de millones de euros por parte de la administración. Es inaceptable — desde el punto de vista ético, social y político — que entidades como Fundació Onada tengan que “vivir al límite”, con la incertidumbre de no saber si podrán pagar nóminas, mantener los servicios de apoyo, o siquiera subsistir. Un verdadero Estado de derecho comprometido con la justicia social debe garantizarl estabilidad a estos centros. Por eso, quienes gobiernan — en este caso la Generalitat de Catalunya — no pueden escudarse en dificultades presupuestarias para mirar hacia otro lado. Deben asumir su responsabilidad y garantizar una financiación estable, suficiente y puntual. Solo así se podrá asegurar que los CET cumplan su función: abrir caminos de vida digna a quienes tuvieron barreras para acceder al empleo ordinario. Porque una sociedad merece llamarse civilizada no por el bienestar de sus más privilegiados, sino por la dignidad que ofrece a sus miembros más vulnerables. Redoblar el apoyo a los Centros Especiales de Trabajo no es un gasto: es una inversión en humanidad, cohesión social y equidad.