Editorial

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En un momento en el que las prácticas pesqueras se examinan con lupa, la pesca de arrastre suele convertirse en el foco de las críticas. Sin embargo, en España –un país con una tradición marítima profundamente arraigada– conviene analizar este sector con una mirada equilibrada, reconociendo tanto sus desafíos como su relevancia socioeconómica.

La pesca de arrastre, especialmente en zonas gestionadas y reguladas, constituye una fuente de empleo esencial para muchas comunidades costeras. En determinadas regiones, como es el caso de Tarragona, representa no solo una actividad económica, sino también un pilar cultural, un legado transmitido de generación en generación. Preservar esta práctica, por tanto, no es simplemente defender una técnica de pesca, sino salvaguardar parte de la identidad de numerosas familias que viven del mar.

Los pescadores son los primeros interesados en la preservación de los recursos marinos y llevan años de esfuerzo e inversión para ello

Eso no significa ignorar los retos medioambientales que plantea. La clave no está en eliminar el arrastre, sino en reconocer la realidad que no es otra que el sector del arrastre ha hecho un enorme esfuerzo invirtiendo en tecnología para reducir el impacto en los fondos marinos, fomentando una gestión responsable y transparente. Los pescadores de Tarragona son los primeros interesados en preservar los recursos del mar.

En este sentido, las propias cofradías y asociaciones de pescadores están impulsando mejoras constantes, conscientes de que la salud del mar es también su futuro. No obstante, el contexto europeo añade una capa de complejidad que no debe ignorarse. La Unión Europea, a través de la Política Pesquera Común, ha mostrado en los últimos años una postura firme promoviendo restricciones más estrictas y evaluaciones científicas periódicas.

Bruselas insiste en que cualquier práctica pesquera –incluido el arrastre– debe alinearse con la regeneración de los ecosistemas marinos y la conservación de la biodiversidad. Eso es muy bonito como titular.Pero en realidad, Bruselas, defiende otros modelos de pesca enFrancia o enHolanda, mientras permite que el arrastre Mediterráneo se condene a su desaparición.