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    Chupinazo

    07 julio 2023 19:37 | Actualizado a 08 julio 2023 06:00
    Antonio Soler
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    Ya está la calle Estafeta convertida en ombligo del mundo. Un año más. Ya están los mozos y los beodos, los pequeños émulos de Hemingway, el más machote de los escritores, corriendo delante de los toros, y las televisiones con el bombo y el platillo, los hosteleros haciendo su agosto en este julio anómalo. Anómalo en todo menos en el consuetudinario San Fermín.

    El apego a la tradición resurge cada año con más brío. Da igual que sea una fiesta retrógrada. Las tradiciones adquieren categoría de intocables no por su contenido, sino por el número de años que logran repetirse. No importa que el contenido esté emparentado con la barbarie.

    El apego a la tradición resurge cada año, aunque sea una fiesta retrógrada

    Y ahí como cada año, cumpliendo con su cita, como nosotros con la nuestra, está el despliegue de la televisión pública retransmitiendo los encierros como si de una carrera de fórmula 1 se tratara. Ralentizando las imágenes, repasando las cogidas y midiendo los centímetros que han separado de la muerte a un valeroso corredor.

    El boxeo quedó erradicado del panorama informativo hace años. Se denunciaba la ferocidad de ese deporte que llevaba a dos hombres a una pelea reglamentada encima de un ring. Un acto violento, un espectáculo deleznable. El espectáculo de unos cuantos toros enloquecidos por la multitud arrollando a quien tienen por delante y ensartándolo con sus cuernos, es, sin embargo, un espectáculo edificante. Edificante para quienes hacen negocio con él, se supone.

    Si hay quien compara el boxeo con las corridas taurinas, por acogerse ambas actividades a determinadas normas, lo de los sanfermines equivaldría a una reyerta callejera, a un sálvese quien pueda en el que los toreros o los púgiles resultarían ser unos aficionados que no entienden de toros o golpean a ciegas entre chacotas y chiquitos. Y ahí vamos, una semana por delante de retransmisiones absurdas, abriendo los informativos a medias con la campaña electoral.

    Un cóctel a base de tinto peleón, chistorra y morralla televisiva

    El cuerno que atravesó un muslo entreverado con el último eslalon del PP en sus pactos con Vox o la penúltima conversación edulcorada de Pedro Sánchez con alguno de sus ministros. Derramando desconcierto unos y empalago los otros. Y por medio los toros, la calle Estafeta, la periodista destacada con su camisola blanca y pañuelo rojo dándonos el último cronometraje de ese costoso despliegue informativo en lo que parece una nueva modalidad olímpica.

    Recórds a anotar al lado de los míticos de Carl Lewis o Ben Johnson, aquí sin control antidoping, naturalmente, porque todos menos los toros –y esos, a saber– van cargados de sus particulares anabolizantes. Un cóctel a base de tinto peleón, chistorra y morralla televisiva.

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