Ayer mismo le citaba en el artículo que dediqué a César López y a la primitiva redacción del Diario de Lérida. También estaba allí Josep Antoni Rosell, un gran amigo que, en su jubilación, y enfermedad que sobrellevó con enorme entereza, vino a vivir a Tarragona, donde trabaja su hija Noemí.
Rosell murió ayer. Después de Diario de Lérida, dirigió La Mañana, se fue a Barcelona, fue catorce años jefe de prensa de la Delegación del Gobierno, y dirigió Diari de Andorra. Le visité en su piso de la calle Unió que compartía con Maria Teresa, su esposa inseparable desde los años de noviazgo, cuando ella trabajaba en Radio Popular, situada encima del diario leridano.
Acudió a la presentación de mi último libro. Le costaba respirar, pero se volcaba en sus amigos. Descanse en paz.