Esta semana se han cumplido 80 años de la muerte, con solo dos días de diferencia, de dos grandes dictadores, Benito Mussolini y Adolf Hitler.
El 28 de abril de 1945 el líder fascista fue capturado por los partisanos y fusilado. En la madrugada del 29 fue colgado boca abajo en una gasolinera de Milán. Al enterarse de ello Hitler, refugiado en su búnker de la cancillería de Berlín, y con los rusos a solo 500 metros, acabó de reafirmarse en su decisión de suicidarse.
En 1927 Hitler había pedido una foto dedicada de Mussolini. Esta admiración facilitó la alianza que obtuvo para la II Guerra Mundial. En Europa el conflicto acabó con la muerte de los dioses que encarnaron fascismo y nazismo, ideologías perversas de las que aún quedan nostálgicos.